sábado, 22 de septiembre de 2018

Santa Faustina Kowalska - Temas extraídos de su Diario



Mucho ha trascendido del Diario de Santa Faustina Kowalska sobre la Imagen y la Fiesta de la Misericordia Divina, pero el mismo abarca una gran variedad de temas, plasmados por sus vivencias personales y revelaciones del Señor. A continuación se trascriben algunos extractos del mismo agrupados por temas.



ALMAS DEL PURGATORIO

58 + Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas que había muerto hacía dos meses antes. Era una de las hermanas del primer coro. La vi en un estado terrible. Toda en llamas, la cara dolorosamente torcida. [La visión] duró un breve instante y desapareció. Un escalofrió traspasó mi alma y aunque no sabía donde sufría, en el purgatorio o en el infierno, no obstante redoblé mis plegarias por ella. La noche siguiente vino de nuevo, pero la vi en un estado aún más espantoso, entre llamas más terribles, en su cara se notaba la desesperación. Me sorprendí mucho que después de las plegarias que había ofrecido por ella la vi en un estado más espantoso y pregunté: ¿No te han ayudado nada mis rezos? Me contestó que no le ayudaron nada mis rezos y que no le iban a ayudar. Pregunté: ¿Y las oraciones que toda la Congregación ofreció por ti, tampoco te han ayudado? Me contestó que nada. Aquellas oraciones fueron en provecho de otras almas. Y le dije: Si mis plegarias no te ayudan nada, hermana, te ruego que no vengas a verme. Y desapareció inmediatamente. Sin embargo yo no dejé de rezar. Después de algún tiempo volvió a visitarme de noche, pero en un estado distinto. No estaba entre llamas como antes y su rostro era radiante, los ojos brillaban de alegría y me dijo que yo tenía el amor verdadero al prójimo, que muchas almas se aprovecharon de mis plegarias y me animó a no dejar de [interceder] por las almas que sufrían en el purgatorio y me dijo que ella no iba a permanecer ya por mucho tiempo en el purgatorio. ¡Los juicios de Dios son verdaderamente misteriosos!


VIRGEN MARIA

24 Durante la noche me visitó la Madre de Dios con el Niño Jesús en los brazos. La alegría llenó mi alma y dije: María, Madre mía, ¿sabes cuánto sufro? Y la Madre de Dios me contestó: Yo sé cuánto sufres, pero no tengas miedo, porque yo comparto contigo tu sufrimiento y siempre lo compartiré. Sonrió cordialmente y desapareció. En seguida mi alma se llenó de fuerza y de gran valor.

40 Durante la Santa Misa, antes de la Santa Comunión, tuvo lugar la renovación de los votos [46]. Al levantarnos de los reclinatorios empezamos a repetir la fórmula de los votos y de repente, el Señor Jesús se puso a mi lado, vestido con una túnica blanca, ceñido con un cinturón de oro y me dijo: Te concedo el amor eterno para que tu pureza sea intacta y para confirmar que nunca experimentaras tentaciones impuras. Jesús se quitó el cinturón de oro y ciñó con él mis caderas. Desde entonces no experimento ningunas turbaciones contrarias a la virtud, ni en el corazón ni en la mente. Después comprendí que era una de las gracias más grandes que la Santísima Virgen María obtuvo para mí, ya que durante muchos años le había suplicado recibirla. A partir de aquel momento tengo mayor devoción a la Madre de Dios. Ella me ha enseñado a amar interiormente a Dios y cómo cumplir su santa voluntad en todo. María, Tu eres la alegría, porque por medio de Ti, Dios descendió a la tierra [y] a mi corazón.


DIRECTOR ESPIRITUAL

35 Oh, si hubiera tenido al director espiritual desde el principio, no hubiera malgastado tantas gracias de Dios. El confesor puede ayudar mucho al alma, pero también puede destruir mucho. Oh, como los confesores deben prestar atención a la actuación de la gracia de Dios en las almas de sus penitentes. Es una cuestión de gran importancia. De las gracias que hay en el alma se puede conocer su estrecha relación con Dios.

145 Oh, qué mísera es mi alma que malgastó tantas gracias. Me escapaba de Dios, y Él me perseguía con sus gracias. Muchas veces recibía las gracias de Dios cuando menos las esperaba. Desde el momento en que el Señor me dio un director espiritual, soy más fiel a la gracia. Gracias al director y su vigilancia sobre mi alma entendí lo que es la dirección espiritual y cómo la ve Jesús. Jesús me amonestaba por el menor descuido y acentuaba que los asuntos que yo confiaba al confesor, Él Mismo los juzgaba, y cualquier desobediencia frente a él, Me alcanza a Mi. Cuando, bajo su dirección, mi alma empezó a gozar del profundo recogimiento y paz, a menudo oía en el alma estas palabras: Fortalécete para la lucha, a veces repetidas más de una vez.


JUICIO

36 (14) Una vez fui llamada al juicio de Dios. Me presenté delante del Señor, a solas. Jesús se veía como durante la Pasión. Después de un momento, estas heridas desaparecieron y quedaron sólo cinco: en las manos, en los pies y en el costado. Inmediatamente vi todo el estado de mi alma tal y como Dios la ve. Vi claramente todo lo que no agrada a Dios. No sabía que hay que rendir cuentas ante el Señor, incluso de las faltas más pequeñas. ¡Qué momento! ¿Quién podrá describirlo? Presentarse delante del tres veces Santo, Jesús me preguntó: ¿Quién eres? Contesté: Soy Tu sierva, Señor. Tienes la deuda de un día de fuego en el Purgatorio. Quise arrojarme inmediatamente a las llamas del fuego del Purgatorio, pero Jesús me detuvo y dijo: ¿Qué prefieres, sufrir ahora durante un día o durante un breve tiempo en la tierra? Contesté: Jesús, quiero sufrir en el Purgatorio y quiero sufrir en la tierra los más grandes tormentos aunque sea hasta el fin del mundo. Jesús dijo: Es suficiente una cosa. Bajarás a la tierra y sufrirás mucho, pero durante poco tiempo y cumplirás Mi voluntad y Mis deseos. Un fiel siervo Mío te ayudará a cumplirla. Ahora, pon la cabeza sobre Mi pecho, sobre Mi Corazón y de él toma fuerza y fortaleza para todos los sufrimientos, porque no encontrarás alivio ni ayuda ni consuelo en ninguna otra parte. Debes saber, que vas a sufrir mucho, mucho, pero que esto no te asuste. Yo estoy contigo.

425 12 V 1935.(...) Entonces vi cierta alma que está separándose del cuerpo en terribles tormentos. Oh Jesús, cuando lo escribo tiemblo toda, viendo las atrocidades que atestiguan contra ella…. Vi, como de un abismo barroso salían almas de niños pequeños y más grandes, de unos nueve años. Estas almas eran repugnantes y asquerosas, semejantes a los monstruos más espantosos, a los cadáveres en descomposición, pero esos cadáveres estaban vivos y atestiguaban en voz alta contra el alma a la que yo veía agonizando; y el alma a la que veía en agonía era un alma que en el mundo había recibido muchos honores y aplausos, cuyo fin es el vacío y el pecado. Por fin salió una mujer que en una especie de delantal llevaba lágrimas y que atestiguo mucho contra él.

426 Oh hora terrible, (178) en la que se nos presentaran todas nuestras obras en su completa desnudez y [miseria]; ni una de ellas se pierde, nos acompañaran fielmente hasta el juicio de Dios. No tengo palabras ni términos de comparación para expresar cosas tan terribles y aunque me parece que esta alma no está condenada, no obstante sus tormentos no difieren en nada de los tormentos infernales, con la única diferencia de que un día terminarán.


DIA DEL SEÑOR

83 Escribe esto: Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia. Antes de que llegue el día de la justicia, les será dado a los hombre este signo en el cielo.

Se apagara toda luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el cielo aparecerá el signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminaran la tierra. Eso sucederá poco tiempo antes del último día.


SUFRIMIENTO

279 Dios me dio a conocer en qué consiste el verdadero amor y me concedió la luz cómo demostrárselo en la práctica. El verdadero amor a Dios consiste en cumplir la voluntad de Dios. Para demostrar a Dios el amor en la práctica, es necesario que todas nuestras acciones, aun las más pequeñas, deriven del amor hacia Dios. Y me dijo el Señor: Niña Mía, más que nada Me agradas a través del sufrimiento. En tus sufrimientos físicos, y también morales, hija Mía, no busques compasión de las criaturas. Deseo que la fragancia de tus sufrimientos sea pura, sin ninguna mezcla. Exijo que te distancies no solamente de las criaturas, sino también de ti misma. Hija Mía, quiero deleitarme con el amor de tu corazón: amor puro, virginal, intacto, sin ninguna sombra. Hija Mía, cuanto más amaras el sufrimiento, tanto más puro será tu amor hacia Mí.

446 Entonces vi a Jesús clavado en la cruz. Después de estar Jesús colgado en ella un momento, vi toda una multitud de almas crucificadas como Jesús. Vi la tercera muchedumbre de almas y la segunda de ellas. La segunda infinidad de almas no estaba clavada en la cruz, sino que las almas sostenían fuertemente la cruz en la mano; mientras tanto la tercera multitud de almas no estaba clavada ni sostenía la cruz fuertemente, sino que esas almas arrastraban la cruz detrás de si y estaban descontentas. Entonces Jesús me dijo: Ves, esas almas que se parecen a Mi en el sufrimiento y en desprecio, también se parecerán a Mi en la gloria; y aquellas que menos se asemejan a Mi en el sufrimiento y en el desprecio, serán menos semejantes a Mi también en la gloria. 

 963 + Oh, si el alma que sufre supiera cuánto Dios la ama, moriría de gozo y de exceso de felicidad. Un día, conoceremos el valor del sufrimiento, pero entonces ya no podremos sufrir. El momento actual es nuestro.


PASION CRISTO

60 Terminando las letanías vi una gran claridad y en ella a Dios Padre. Entre la luz y la Tierra vi a Jesús clavado en la cruz de tal forma que Dios, deseando mirar hacia la tierra, tenía que mirar a través de las heridas de Jesús. Y entendí que Dios bendecía la tierra en consideración a Jesús.

205 +Pascua de resurrección. Hoy durante la ceremonia pascual, vi al Señor Jesús [en] un gran esplendor se acercó a mí y me dijo: Paz a ustedes, hijos Míos, y levantó la mano y nos bendijo. Las llagas de las manos y de los pies, y del costado no estaban borradas sino resplandecientes. Luego me miró con tanta benevolencia y amor, que mi alma se sumergió totalmente en Él, y me dijo: Has tomado gran parte en Mi Pasión, por eso te doy esta gran participación en Mi gloria y en Mi alegría. Toda la ceremonia pascual me pareció un minuto. Un extraño recogimiento envolvió mi alma y se mantuvo durante toda la fiesta. La amabilidad de Jesús es tan grande que es imposible expresarla.

267 Jesús me dijo que yo le agradaría más meditando su dolorosa Pasión, y a través de esta meditación mucha luz fluye sobre mi alma. Quien quiera aprender la verdadera humildad, medite la Pasión de Jesús. Cuando medito la Pasión de Jesús, se me aclaran muchas cosas que antes no llegaba a comprender. Yo quiero parecerme a Ti, oh Jesús, a Ti crucificado, maltratado, humillado. Oh Jesús, imprime en mi alma y en mi corazón Tu humildad.

369 Antes de los ejercicios espirituales de ocho días fui a mi director espiritual y le pedí algunas mortificaciones para el tiempo de los ejercicios, pero no obtuve el permiso para todo lo que había pedido, sino solamente para algunas cosas. Recibí el permiso para una hora de meditación de la Pasión del Señor Jesús y para cierta humillación. Pero estaba un poco descontenta de no haber recibido la autorización para todo lo que había pedido. Cuando regresamos a casa, entré un momento en la capilla; de repente escuché en el alma una voz: Una hora de meditación de Mi dolorosa Pasión tiene mayor mérito que un año entero de flagelaciones a sangre; la meditación de Mis dolorosas llagas es de gran provecho para ti y a Mí Me da una gran alegría.

408 Cuando me sumerjo en la Pasión del Señor, a menudo en la adoración veo al Señor Jesús bajo este aspecto: después de la flagelación los verdugos tomaron al Señor y le quitaron su propia túnica que ya se había pegado a las llagas; mientras la despojaban volvieron a abrirse sus llagas. Luego vistieron al Señor con un manto rojo, sucio y despedazado sobre las llagas abiertas. El manto llegaba a las rodillas solamente en algunos lugares. Mandaron al Señor sentarse en un pedazo de madero y entonces trenzaron una corona de espinas y ciñeron con ella la Sagrada Cabeza; pusieron una caña en su mano, y se burlaban de Él homenajeándolo como a un rey. Le escupían en la Cara y otros tomaban la caña y le pegaban en la Cabeza; otros le producían dolor a puñetazos, y otros le taparon la Cara y le golpeaban con los puños. Jesús lo soportaba silenciosamente. ¿Quién puede entender, su dolor? Jesús tenía los ojos bajados hacia la tierra. Sentí lo que sucedía entonces en el dulcísimo Corazón de Jesús. Que cada alma medite lo que Jesús sufría en aquel momento. Competían en insultar al Señor. Yo pensaba ¿de dónde podía proceder tanta maldad en el hombre? La provoca el pecado. Se encontraron el Amor y el pecado.

445 Jueves, Adoración nocturna. Al venir a la adoración, en seguida me envolvió un recogimiento interior y vi Al Señor Jesús atado a una columna, despojado de las vestiduras y en seguida empezó la flagelación. Vi a cuatro hombres que por turno azotaban al Señor con disciplinas. El corazón dejaba de latir al ver esos tormentos. Luego el Señor me dijo estas palabras: Estoy sufriendo un dolor aun mayor del que estás viendo. Y Jesús me dio a conocer por cuales pecados se sometió a la flagelación, son los pecados impuros. Oh, cuanto sufrió Jesús moralmente al someterse a la flagelación. Entonces Jesús me dijo: Mira y ve el género humano en el estado actual. En un momento vi cosas terribles: Los verdugos se alejaron de Jesús, y otros hombres se acercaron para flagelar los cuales tomaron los látigos y azotaban al Señor sin piedad. Eran sacerdotes, religiosos y religiosas y máximos dignatarios de la Iglesia, lo que me sorprendió mucho, eran laicos de diversa edad y condición, todos descargaban su ira en el inocente Jesús. Al verlo mi corazón se hundió en una especie de agonía; y mientras los verdugos lo flagelaban, Jesús callaba y miraba a lo lejos, pero cuando lo flagelaban aquellas almas que he mencionado arriba, Jesús cerró los ojos y un gemido silencioso pero terriblemente doloroso salió de su Corazón. Y el Señor me dio a conocer detalladamente el peso de la maldad de aquellas almas ingratas: Ves, he aquí un suplicio mayor que Mi muerte. Entonces mis labios callaron y empecé a sentir (186) en mi la agonía y sentía que nadie me consolaría ni me sacaría de ese estado sino aquel que a eso me había llevado. Entonces el Señor me dijo: Veo el dolor sincero de tu corazón que ha dado un inmenso alivio a Mi Corazón, mira y consuélate.

528 El viernes, durante la Santa Misa, siendo mi alma inundada por la felicidad de Dios, oí en el alma estas palabras: Mi misericordia pasó a las almas a través del Corazón divino – humano de Jesús, como un rayo de sol a través del cristal. Sentí en el alma y comprendí que cada acercamiento a Dios nos fue dado por Jesús, en Él y por Él.

1053/4 25 III 1937. Jueves Santo. Viví junto con Él toda clase de tormentos de modo singular. El mundo no conoce todavía todo lo que Jesús ha sufrido. Le hice compañía en el Huerto de los Olivos y en la oscuridad del calabozo, en los interrogatorios de los tribunales, estuve con Él en cada etapa de su Pasión; no se ha escapado a mi atención ni un solo movimiento, ni una sola mirada Suya, conocí toda la omnipotencia de su amor y de su misericordia hacia las almas.


INTERCESION POR OTROS

41 Una vez vi a un siervo de Dios en el peligro del pecado grave que iba a ser cometido un momento después. Empecé a pedir a Dios que me cargara con todos los tormentos del infierno, todos los sufrimientos que quisiera, pero que liberase a ese sacerdote y lo alejara del peligro de cometer el pecado. Jesús escuchó mi súplica y en un momento sentí en la cabeza la corona de espinas. Las espinas de la corona penetraron hasta mi cerebro. Esto duró tres horas. El siervo de Dios fue liberado de aquel pecado y Dios fortaleció su alma con una gracia especial.

314 + En cierta ocasión, cuando por la tarde fui a la huerta, el Ángel Custodio me dijo: Ruega por los agonizantes. Comencé en seguida el rosario por los agonizantes junto con las jovencitas que ayudaban en la huerta. Terminando el rosario rezamos varias invocaciones por los agonizantes. Terminadas las plegarias, las alumnas se pusieron a hablar alegremente. (135) A pesar del ruido que hacían oí en el alma estas palabras: Ruega por mí. Como no lograba entender bien estas palabras, me alejé unos pasos de las alumnas, pensando en ¿quién podría ser aquel que me hacía rezar? De repente oí estas palabras: Soy Sor [137]…. Esa hermana estaba en Varsovia, mientras yo estaba entonces en Vilna. Ruega por mí hasta que te diga cesar. Estoy agonizando. En seguida empecé a orar con fervor por ella al Corazón agonizante de Jesús y, sin descansar, rogué así desde las tres hasta las cinco de la tarde. A las cinco oí esta palabra: Gracias. Entendí que ya había muerto. No obstante, al día siguiente, durante la Santa Misa rogué con fervor por su alma. Por la tarde llegó una tarjeta que decía que la hermana… había fallecido a tal hora. Me di cuenta de que era la misma hora en la que me dijo ruega por mí.

320 Jesús me enseñó cuánto le agrada la plegaria reparadora; me dijo: La plegaria de un alma humilde y amante aplaca la ira de Mi Padre y atrae un mar de bendiciones. Después de la adoración, a medio camino hacia mi celda, fui cercada por una gran jauría de perros negros, enormes, que saltaban y aullaban con una intención de desgarrarme en pedazos. Me di cuenta de que no eran perros sino demonios. Uno de ellos dijo con rabia: Como esta noche nos has llevado muchas almas, nosotros te desgarraremos en pedazos. Contesté: Si tal es la voluntad de Dios misericordiosísimo, desgárrenme en pedazos, porque me lo he merecido justamente, siendo la más miserable entre los pecadores y Dios es siempre santo, justo e infinitamente misericordioso. A estas palabras, los demonios todos juntos contestaron: Huyamos porque no está sola, sino que el Todopoderoso está con ella. Y desaparecieron del camino como polvo, como rumor, mientras yo tranquila, terminando el Te Deum, iba a la celda contemplando la infinita e insondable misericordia Divina.

975 Hoy escuché estas palabras: Ruega por las almas para que no tengan miedo de acercarse al tribunal de Mi misericordia. No dejes de rogar por los pecadores. Tu sabes cuánto sus almas pesan sobre Mi corazón; alivia Mi tristeza mortal; prodiga Mi misericordia.


SANTIFICACION COTIDIANA

62 ¡Oh vida gris y monótona, cuantos tesoros encierras! Ninguna hora se parece a la otra, pues la tristeza y la monotonía desaparecen cuando miro todo con los ojos de la fe. La gracia que hay para mí en esta hora no se repetirá en la hora siguiente. Me será dada en la hora siguiente, pero no será ya la misma. El tiempo pasa y no vuelve nunca. Lo que contiene en si, no cambiará jamás; lo sella con el sello para la eternidad.

86 + Cuando vi cuanto mi confesor [66] debía sufrir a causa de la obra que Dios realizaba a través de él, me espanté durante un momento y dije al Señor Jesús, después de todo esta obra es Tuya, pues ¿por qué (36) Te portas con él de tal modo que parece que se la dificultas, mientras exiges que la lleve adelante? Escribe que día y noche Mi mirada descansa sobre él y permito estas contrariedades para multiplicar sus méritos. Yo no recompenso por el resultado positivo sino por la paciencia y el trabajo emprendido por Mí.

140 El amor puro es capaz de grandes empresas y no lo destruyen ni las dificultades ni las contrariedades, si el amor [es] fuerte [a pesar] de grandes dificultades, también es perseverante en la vida cotidiana, gris, monótona. Sabe que para agradar a Dios, una cosa es necesaria, es decir, hacer las cosas más pequeñas con gran amor, amor y siempre amor.

208 Oh vosotros, pequeños, insignificantes sacrificios cotidianos, sois para mí como las flores del campo con las cuales cubro los pies del amado Jesús. A veces, yo comparo estas pequeñeces con las virtudes heroicas, porque para su incesante continuidad exigen heroísmo.

1127 En cierta ocasión vi a Satanas que tenía prisa y estaba buscando a alguien entre las hermanas, pero no la encontraba. Sentí en el alma la inspiración de ordenarle en nombre de Dios que me dijera a quién buscaba entre las hermanas. Y confesó, aunque de mala gana: Busco las almas perezosas. Cuando volví a ordenarle en nombre de Dios que me dijera a qué almas del convento tenía el acceso más fácil, me confesó otra vez de mala gana que: A las almas perezosas y ociosas. Noté que actualmente no hay tales almas en el convento. Que se alegren las almas fatigadas y abrumadas por el trabajo.


SANTA EUCARISTIA

91 Jesús mío, Tu solo sabes cuantas persecuciones sufro, y solamente porque Te soy completamente fiel a Ti y a Tus órdenes. Tú eres mi fuerza; apóyame para que siempre cumpla con fidelidad todo lo que exiges de mí. Yo, por mi misma, no puedo hacer nada, pero si Tú me apoyas, todas las dificultades son nada para mí. Oh Señor, veo que desde el primer momento en que mi alma recibió la capacidad de conocerte, mi vida es una lucha continua y cada vez más violenta. Cada mañana durante la meditación me preparo para la lucha de todo el día, y la Santa Comunión es mi garantía de que venceré, y así sucede. Temo el día en que no tenga la Santa Comunión. Este Pan de los fuertes me da toda la fuerza para continuar esta obra y tengo el valor de cumplir todo lo que exige el Señor. El valor y la fortaleza que están en mi no son míos sino de quien habita en mí, la Eucaristía. Jesús mío, ¡que grandes son las incomprensiones! A veces, si no tuviera la Eucaristía, no tendría la fuerza para seguir el camino que me has indicado.

156 Una vez deseaba mucho acercarme a la Santa Comunión, pero tenía cierta duda y no me acerqué. Sufrí terriblemente a causa de ello. Me parecía que el corazón se me reventaría del dolor. Cuando me dedique a mis tareas, con el corazón lleno de amargura, de repente Jesús, se puso a mi lado y me dijo: Hija Mía, no dejes la Santa Comunión, a no ser que sepas bien de haber caído gravemente, fuera de esto no te detengan ningunas dudas en unirte a Mi en Mi misterio de amor. Tus pequeños defectos desaparecerán en Mi amor como una pajita arrojada a un gran fuego. Debes saber que Me entristeces mucho, cuando no Me recibes en la Santa Comunión.

1407 Hoy, mientras recibía la Santa Comunión he visto una Hostia viva en el cáliz, la cual el sacerdote me la dio. Al volver a mi lugar, he preguntado al Señor: ¿Por qué una [sola] viva? Si estás igualmente vivo en todas las Hostias. El Señor me contestó: Es así, soy el Mismo en todas las Hostias, pero no todas las almas Me reciben con una fe tan viva como la tuya, hija Mía, y por eso no puedo obrar en sus almas igual que en tu alma.

1420 Al sumergirme en la oración, fui trasladada en espíritu a la capilla y vi al Señor Jesús expuesto en la custodia; en lugar de la custodia veía el rostro glorioso del Señor y el Señor me dijo: Lo que tú ves [en] realidad, estas almas lo ven a través de la fe. Oh, qué agradable es para Mi su gran fe. Ves que aparentemente no hay en Mi ninguna traza de vida, no obstante, en realidad ella existe en toda su plenitud y además encerrada en cada Hostia. Pero para que Yo pueda obrar en un alma, el alma debe tener fe. Oh, cuánto Me agrada la fe viva.


OBEDIENCIA

362 + Un día, durante la meditación matutina, oí esta voz: Yo Mismo soy tu guía, he sido, soy y seré; pero como Me pediste una ayuda visible, te la he dado. Lo había elegido antes de que Me lo pidieras, porque esto lo requiere Mi causa. Has de saber que las faltas que cometes contra él, hieren Mi Corazón; evita especialmente actuar a tu gusto, que en cada cosa más pequeña haya un sello de la obediencia.

381 Durante una meditación sobre la obediencia oí estas palabras: En esta meditación, el sacerdote habla [156] de modo especial para ti, has de saber que Yo Me presto su boca. Trate de escuchar con la mayor atención y todo lo aplicaba a mi corazón, tal como en cada meditación. Cuando el sacerdote afirmo que el alma obediente se llena de la fuerza de Dios… Si [157], cuando eres obediente, te quito tu debilidad y te doy Mi fortaleza. Me sorprende mucho que las almas no quieran hacer este cambio Conmigo. Dije al Señor: Jesús, ilumina Tú mi alma, ya que de lo contrario también yo entenderé muy poco de estas palabras.


ESENCIA DIVINA

30 Una vez, estaba yo reflexionando sobre la Santísima Trinidad, sobre la esencia divina. Quería penetrar y conocer necesariamente, quién era este Dios… En un instante mi espíritu fue llevado como al otro mundo, vi un resplandor inaccesible y en él como tres fuentes de claridad que no llegaba a comprender. De este resplandor salían palabras en formas de rayos y rodeaban el cielo y la tierra. No entendí nada de ello, me entristecí mucho. De repente del mar del resplandor inaccesible, salió nuestro amado Salvador de una belleza inconcebible, con las llagas resplandecientes. Y de aquel resplandor se oyó la voz: Quién es Dios en su esencia, nadie lo sabrá, ni una mente angélica ni humana. Jesús me dijo: Trata de conocer a Dios a través de meditar sus atributos. Tras un instante, Jesús trazó con la mano la señal de la cruz y desapareció.


CONTEMPLACION - AMOR

989 Señor mío y Dios, Tu sabes que mi alma ha amado solamente a Ti. Mi alma entera se ha sumergido en Ti, oh Señor. Aunque no cumpliera nada de lo que me has dado a conocer, oh Señor, estaría completamente tranquila, porque he hecho lo que estaba en mi poder. Yo sé bien que Tu, oh Señor, no necesitas nuestras obras, Tú exiges el amor.

990 Amor, amor y una vez más amor de Dios, no hay nada más grande que él ni en el cielo ni en la tierra. La mayor grandeza es amar a Dios, la verdadera grandeza está en el amor de Dios, la verdadera sabiduría es amar a Dios. Todo lo que es grande y bello está en Dios; fuera de Dios no hay ni belleza ni grandeza.


LUCHA COTIDIANA

147 (...) El alma debe saber que para orar y perseverar en la oración, tiene que armarse de paciencia y con esfuerzo superar las dificultades exteriores e interiores. Las dificultades interiores: el desaliento, la aridez, la pereza, las tentaciones; las exteriores: el respeto humano y la necesidad de respetar los momentos destinados a la oración. Yo misma experimenté que si no rezaba la oración en el momento establecido, después tampoco la rezaba, porque no me lo permitían los deberes y si la recé, fue con gran dificultad, porque el pensamiento huía hacia los deberes. Me sucedió también esta dificultad que si el alma había rezado bien la oración y había salido de ella con un profundo recogimiento interior, otras personas perturbaban ese recogimiento. Así, pues, es necesaria la paciencia, para perseverar en la oración. Me sucedió más de una vez que cuando mi alma estaba sumergida en Dios más profundamente y sacaba mayor provecho de la oración, y la presencia de Dios la acompañaba durante el día, y en el trabajo había más concentración y más perfección, y más empeño en el deber, no obstante me sucedía que justamente entonces recibía el mayor número de reproches de ser negligente indiferente a todo, porque las almas menos recogidas quieren que las demás se les parezcan, ya que constituyen para ellas un remordimiento continuo.

245 (113) Oh Jesús mío, ahora procuraré el honor y la gloria de Tu Nombre, luchando hasta el día en que Tu Mismo me digas: Basta. A cada alma que me ha confiado, oh Jesús, procuraré ayudarla con la oración y el sacrificio, para que Tu gracia pueda obrar en ella. Oh gran Amante de las almas, oh Jesús mío, Te agradezco por esta gran confianza, ya que Te has dignado confiar estas almas a nuestro cuidado. Oh días grises de trabajo, para mí no son tan grises en absoluto, porque cada momento me trae nuevas gracias y la oportunidad de hacer el bien.

153 Un día vi dos caminos: un camino ancho, cubierto de arena y flores, lleno de alegría y de música y de otras diversiones. La gente iba por este camino bailando y divirtiéndose, llegaba al final sin advertir que ya era el final. Pero al final del camino había un espantoso precipicio, es decir el abismo infernal. Aquellas almas caían ciegamente en ese abismo; a medida que llegaban, caían. Y eran tan numerosas que fue imposible contarlas. Y vi también otro camino o mas bien un sendero, porque era estrecho y cubierto de espinas y de piedras, y las personas que por él caminaban [tenían] lágrimas en los ojos y sufrían distintos dolores. Algunas caían sobre las piedras, pero en seguida se levantaban y seguían andando. Y al final del camino había un espléndido jardín, lleno de todo tipo de felicidad y allí entraban todas aquellas almas. En seguida, desde el primer momento olvidaban sus sufrimientos.


CONFIANZA

294 + Una vez el Señor me dijo: Compórtate como un mendigo que cuando recibe una limosna grande no la rehúsa, sino que mas bien agradece con mas cordialidad; y tu también, si te concedo unas gracias más grandes, no las rehúses diciendo que eres indigna. Yo lo sé; pero tu mas bien alégrate y goza, y toma tantos (129) tesoros de Mi Corazón cuantos puedes llevar, ya que haciendo así Me agradas más. Te diré algo más: no tomes estas gracias solamente para ti, sino también para el prójimo, es decir invita a las almas con las cuales estás en contacto a confiar en Mi misericordia infinita. Oh cuanto amo a las almas que se Me han confiado totalmente, haré todo por ellas.

453(189) Una vez el Señor me dijo: ¿Por qué tienes miedo y tiemblas cuando estás unida a Mí? No Me agrada el alma que se deja llevar por inútiles temores. ¿Quién se atreve a tocarte cuando estás Conmigo? El alma más querida para Mi es la que cree fuertemente en Mi bondad y la que Me tiene confianza plenamente; le ofrezco Mi confianza y le doy todo lo que pide.

1076 Escribe: Todo lo que existe está encerrado en las entrañas de Mi misericordia más profundamente que un niño en el seno de la madre. Cuán dolorosamente Me hiere la desconfianza en Mi bondad. Los pecados de desconfianza son los que Me hieren más penosamente.


CONFESION

639 Jueves. Durante la adoración de la tarde, vi a Jesús flagelado y martirizado que me dijo: Hija Mía, deseo que dependas del confesor en las cosas más pequeñas. Tus más grandes sacrificios no Me agradan si los hacen sin el permiso (94) del confesor y al contrario, el más pequeño sacrificio tiene una gran importancia a Mis ojos si tiene el permiso del confesor. Las más grandes obras no tienen importancia a Mis ojos si son fruto del propio arbitrio y muchas veces no concuerdan con Mi voluntad, mereciendo mas bien un castigo y no un premio; mientras la más pequeña acción tuya con el permiso del confesor es agradable a Mis ojos y Me es intensamente querida. Convéncete de esto para siempre, vigila sin cesar porque todo el infierno se empeña en contra de ti a causa de esta obra, ya que muchas almas se alejarán de la boca del infierno y glorificarán Mi misericordia. Pero no tengas miedo de nada, porque Yo estoy contigo; debes saber que por ti misma no puedes nada.

1602 Hoy el Señor me dijo: Cuando te acercas a la confesión, a esta Fuente de Mi Misericordia, siempre fluye sobre tu alma la Sangre y el Agua que brotó de Mi Corazón y ennoblece tu alma. Cada vez que vas a confesarte, sumérgete toda en Mi misericordia con gran confianza para que pueda derramar sobre tu alma la generosidad de Mi gracia. Cuando te acercas a la confesión debes saber que Yo Mismo te espero en el confesionario, sólo que estoy oculto en el sacerdote, pero Yo Mismo actúo en tu alma. Aquí la miseria del alma se encuentra con Dios de la misericordia. Di a las almas que de esta Fuente de la Misericordia (7) las almas sacan gracias exclusivamente con el recipiente de confianza. Si su confianza es grande, Mi generosidad no conocerá límites. Los torrentes de Mi gracia inundan las almas humildes. Los soberbios permanecen siempre en pobreza y miseria, porque Mi gracia se aleja de ellos dirigiéndose hacia los humildes.

1448 Escribe de Mi Misericordia. Di a las almas que es en el tribunal de la misericordia donde han de buscar consuelo [367]; allí tienen lugar los milagros más grandes y se repiten incesantemente. Para obtener este milagro no hay que hacer una peregrinación lejana ni celebrar algunos ritos exteriores, sino que basta acercarse con fe a los pies de Mi representante y confesarle con fe su miseria y el milagro de la Misericordia de Dios se manifestará en toda su plenitud. Aunque un alma fuera como un cadáver descomponiéndose de tal manera que desde el punto de vista humano no existiera esperanza alguna de restauración y todo estuviese ya perdido. No es así para Dios. El milagro de la Divina Misericordia restaura a esa alma en toda su plenitud. Oh infelices que no disfrutan de este milagro de la Divina Misericordia; lo pedirán en vano cuando sea demasiado tarde.


ALMAS ELEGIDAS

580 (47) Una vez el Señor me dijo: Me hieren más las pequeñas imperfecciones de las almas elegidas que los pecados de las almas que viven en el mundo. Me entristecí mucho por el hecho de que Jesús padece sufrimientos a causa de las almas elegidas, y Jesús me dijo: Estas pequeñas imperfecciones, no es todo; te revelaré el secreto de Mi Corazón, lo que sufro por parte de las almas elegidas: la ingratitud por tantas gracias es el alimento continuo de Mi Corazón por parte del alma elegida. Su amor es tibio, Mi Corazón no puede soportarlo; estas almas Me obligan a rechazarlas de Mí. Otras no tienen confianza en Mi bondad y nunca quieren sentir la dulce intimidad en su corazón, pero Me buscan por allí, lejos y no Me encuentran. Esta falta de confianza en Mi bondad es lo que mas Me hiere. Si Mi muerte no las ha convencido de Mi amor, ¿qué es lo que las convencerá? Muchas veces un alma Me hiere mortalmente y en tal caso nadie Me consolará. (48) Hacen uso de Mis gracias para ofenderme. Hay almas que desprecian Mis gracias y todas las pruebas de Mi amor; no quieren oír Mi llamada, sino que van al abismo infernal. Esta pérdida de las almas Me sumerge en la tristeza mortal. En tales casos, a pesar de ser Dios, no puedo ayudar nada al alma, porque ella Me desprecia; disponiendo de la voluntad libre puede despreciarme o amarme. Tú, dispensadora de Mi misericordia, habla al mundo entero de Mi bondad y con esto consolarás Mi Corazón.

926 9 II 1937. Últimos días de carnaval. En estos dos últimos días de carnaval he conocido una enorme cantidad de penas y de pecados. En un instante el Señor me hizo saber los pecados cometidos estos días en el mundo entero. Me he desmayado de espanto, y a pesar de conocer todo el abismo de la Divina Misericordia, me he sorprendido de que Dios permita existir a la humanidad. Y el Señor me dijo quién sostiene la existencia de la humanidad: son las almas elegidas. Cuando acabe el número de los elegidos, el mundo dejará de existir.


SILENCIO INTERIOR

1008 1 III 1937. El Señor me ha hecho saber cuánto le desagrada un alma que habla mucho. En tal alma no encuentro descanso. El ruido continuo Me cansa y en ese ruido el alma no distingue Mi voz.


ABORTO

1276 16 IX [1937]. Hoy deseaba ardientemente hacer la Hora Santa delante del Santísimo Sacramento, sin embargo la voluntad de Dios fue otra: a las ocho experimenté unos dolores tan violentos que (31) tuve que acostarme en seguida; he estado contorsionándome por estos dolores durante tres horas, es decir hasta las once de la noche. Ninguna medicina me alivió, lo que tomaba lo vomitaba; hubo momentos en que los dolores me dejaban sin conocimiento. Jesús me hizo saber que de esta manera he tomado parte en su agonía en el Huerto y que Él Mismo había permitido estos sufrimientos en reparación a Dios por las almas asesinadas en el seno de las malas madres. Estos dolores me han sucedido ya tres veces, empiezan siempre a las ocho; [duran] hasta las once de la noche. Ninguna medicina logra atenuar estos sufrimientos. Cuando se acercan las once desaparecen solos y entonces me duermo; al día siguiente me siento muy débil. La primera vez eso me ocurrió en el sanatorio. Los médicos no lograron diagnosticarlo; ni la inyección, ni ninguna otra medicina me pudieron aliviar (32) y yo misma no entendía qué clase de sufrimientos eran. Le dije al médico que jamás en mi vida había tenido semejantes dolores; el declaró que no sabía que dolores eran. Ahora si, entiendo de qué dolores se trata, porque el Señor me lo hizo saber…. Sin embargo, al pensar que quizá un día vuelva a sufrir así, me da escalofríos; pero no sé si en el futuro sufriré otra vez de modo similar, lo dejo a Dios; lo que a Dios le agrade enviarme, lo recibiré todo con sumisión y amor. Ojalá pueda con estos sufrimientos salvar del homicidio al menos un alma.


HUMILDAD

1306 (50) + Oh humildad, flor hermosa, veo que son pocas las almas que te poseen. ¿Será porque eres tan bella y a la vez tan difícil de conquistar? Oh si, una y otra cosa. Dios Mismo se complace en ella. Sobre un alma humilde están entreabiertas las compuertas celestiales y un mar de gracias fluye sobre ella. Oh, qué bella es un alma humilde; de su corazón como de un incensario se eleva toda clase de perfumes particularmente agradables que atraviesan las nubes y alcanzan a Dios Mismo y llenan de gozo su Santísimo Corazón. A tal alma Dios no niega nada; tal alma es omnipotente, ella influye en el destino del mundo entero; a tal alma Dios la eleva hasta su trono y cuanto más ella se humilla tanto más Dios se inclina hacia ella, la persigue con Sus gracias y la acompaña en cada momento con su omnipotencia. Tal alma está unida a Dios de modo más profundo. Oh humildad, arráigate profundamente en todo mi ser. Oh Virgen Purísima, pero también humildísima, ayúdame a conquistar una profunda humildad (51). Ahora comprendo por qué hay tan pocos santos, porque son pocas las almas profundamente humildes.

1436 (54) + Señor, aunque me das a conocer a menudo los truenos de Tu indignación, sin embargo Tu ira desaparece frente a un alma que se humilla. Aunque eres grande, Señor, no obstante Te dejas vencer por un alma sumisa y profundamente humilde. Oh humildad, virtud preciosísima, qué pocas son las almas que te poseen. En todas partes veo solamente la apariencia de esta virtud, pero no veo la virtud misma. Aniquílame, oh Señor, a mis propios ojos para que pueda encontrar gracia a Tus santos ojos.


INFIERNO

741 Hoy he estado en los abismos del infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye el infierno, es la perdida de Dios; el segundo, el continuo remordimiento de conciencia; el tercero, aquel destino no cambiará jamás; (160) el cuarto tormento, es el fuego que penetrará al alma, pero no la aniquilará, es un tormento terrible, es un fuego puramente espiritual, incendiado por la ira divina; el quinto tormento, es la oscuridad permanente, un horrible, sofocante olor; y a pesar de la oscuridad los demonios y las almas condenadas se ven mutuamente y ven todos el mal de los demás y el suyo; el sexto tormento, es la compañía continua de Satanas; el séptimo tormento, es una desesperación tremenda, el odio a Dios, las imprecaciones, las maldiciones, las blasfemias. Estos son los tormentos que todos los condenados padecen juntos, pero no es el fin de los tormentos. Hay tormentos particulares para distintas almas, que son los tormentos de los sentidos: cada alma es atormentada de modo tremendo e indescriptible con lo que ha pecado. Hay horribles calabozos, abismos de tormentos donde un tormento se diferencia del otro. Habría muerto a la vista de aquellas terribles torturas, si no me hubiera sostenido la omnipotencia de Dios. Que el pecador sepa: con el sentido que peca, con ese será atormentado por (161) toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse [diciendo] que el infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo es.

Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, estuve en los abismos del infierno para hablar a las almas y dar testimonio de que el infierno existe. Ahora no puedo hablar de ello, tengo, la orden de dejarlo por escrito. Los demonios me tenían un gran odio, pero por orden de Dios tuvieron que obedecerme. Lo que he escrito es una débil sombra de las cosas que he visto. He observado una cosa: la mayor parte de las almas que allí están son las que no creían que el infierno existe. Cuando volví en mi no pude reponerme del espanto, qué terriblemente sufren allí las almas. Por eso ruego con más ardor todavía por la conversión de los pecadores, invoco incesantemente la misericordia de Dios para ellos. Oh Jesús mío, prefiero agonizar en los más grandes tormentos hasta el fin del mundo, que ofenderte con el menor pecado.


CIELO

777 (187) 27 XI [1936]. Hoy, en espíritu, estuve en el cielo y vi estas inconcebibles bellezas y la felicidad que nos esperan después de la muerte. Vi cómo todas las criaturas dan incesantemente honor y gloria a Dios; vi lo grande que es la felicidad en Dios que se derrama sobre todas las criaturas, haciéndolas felices; y todo honor y gloria que las hizo felices vuelve a la Fuente y ellas entran en la profundidad de Dios, contemplan la vida interior de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que nunca entenderán ni penetrarán.

Esta fuente de felicidad es invariable en su esencia, pero siempre nueva, brotando para hacer felices a todas las criaturas. Ahora comprendo a San Pablo que dijo: Ni el ojo vio, ni oído oyó, ni entró al corazón del hombre, lo que Dios preparó para los que le aman.


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domingo, 9 de septiembre de 2018

Tomás de Kempis - IMITACIÓN DE CRISTO



La fama mundial de Tomás de Kempis se debe a que él escribió La Imitación de Cristo: el libro que más ediciones ha tenido, después de la Biblia. Este precioso librito es llamado "el consentido de los libros" porque se ha sacado en las ediciones de bolsillo más hermosas y lujosas, ha tenido ya más de 3,100 ediciones en los más diversos idiomas del mundo. Su primera edición salió en 1472, 20 años antes del descubrimiento de América (un año después de la muerte del autor), y durante más de 500 años ha tenido unas 6 ediciones cada año. Caso raro y excepcional.

Tomás nació en Kempis, cerca de Colonia, en Alemania, en el año 1380. Era un hombre sumamente humilde, que pasó su larga vida (90 años) entre el estudio, la oración y las obras de caridad, dedicando gran parte de su tiempo a la dirección espiritual de personas que necesitaban de sus consejos.

En ese tiempo muchísimas personas deseaban que la Iglesia Católica se reformara y se volviera más fervorosa y más santa, pero pocos se dedicaron a reformase ellos mismos y a volverse mejores. Tomás de Kempis se dió cuenta de que el primer paso que hay que dar para obtener que la Iglesia se vuelva más santa, es esforzarse uno mismo por volverse mejor. Y que si cada uno se reforma a sí mismo, toda la Iglesia se va reformando poco a poco.

Tomás tiene muchos deseos de ser sacerdote, pero en sus primeros 30 años no lo logra porque sus tentaciones son muy fuertes y frecuentes y teme que después no logre ser fiel a su voto de castidad. Pero al fin entra a una asociación de canónigos (en Windesheim) y allí en la tranquilidad de la vida retirada del mundo logra la paz de su espíritu y es ordenado sacerdote en el año 1414. Desde entonces se dedica por completo a dar dirección espiritual, a leer libros piadosos y a consolar almas atribuladas y desconsoladas. Es muy incomprendido muchas veces y sufre la desilusión de constatar que muchas amistades fallan en la vida (menos la amistad de Cristo) y va ascendiendo poco a poco, aunque con mucha dificultad, a una gran santidad.

En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo: La Imitación de Cristo. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libritos. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.



(La siguiente es una síntesis. Al final se encuentra un enlace al texto completo)


LIBRO PRIMERO
Contiene avisos provechosos para la vida espiritual


De la imitación de Cristo y desprecio de todas las vanidades del mundo

Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos exhorta a que imitemos su vida y costumbres, si queremos ser verdaderamente iluminados y libres de toda ceguedad del corazón. Sea, pues, todo nuestro estudio pensar en la vida de Jesús. La doctrina de Cristo excede a la de todos los Santos; y el que tuviese su espíritu, hallará en ella maná escondido. Más acaece que muchos, aunque a menudo oigan el Evangelio, gustan poco de él, porque no tienen el espíritu de Cristo. El que quisiere, pues, entender con placer y perfección las palabras de Cristo, procure conformar con él toda su vida. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad, si no eres humilde, y con esto desagradas a la Trinidad? Por cierto las palabras sublimes, no hacen al hombre santo ni justo; más la virtuosa vida le hace amable a Dios. Más deseo sentir la contrición, que saber definirla. Si supieses toda la Biblia a la letra, y las sentencias de todos los filósofos, ¿qué te aprovecharía todo, sin caridad y gracia de Dios? Vanidad de vanidades, y todo es vanidad, sino amar y servir solamente a Dios. La suprema sabiduría consiste en aspirar a ir a los reinos celestiales por el desprecio del mundo. Luego, vanidad es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas; también es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde después te sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan rápido se pasa y no buscar con solicitud el gozo perdurable. Acuérdate frecuentemente de aquel dicho de la Escritura: Porque no se haría la vista de ver, ni el oído de oír. Procura, pues, desviar tu corazón de lo visible y traspasarlo a lo invisible; porque los que siguen su sensualidad, manchan su conciencia y pierden la gracia de Dios.

Cómo ha de sentir cada uno humildemente de sí mismo

Todos los hombres naturalmente desean saber, ¿mas que aprovecha la ciencia sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que le sirve, que el soberbio filósofo, que dejando de conocerse, considera el curso de los astros. El que bien se conoce, tiénese por vil y no se deleita en loores humanos. Si yo supiera cuanto hay que saber en el mundo, y no tuviese caridad, ¿qué me aprovecharía delante de Dios, que me juzgará según mis obras? Cuanto más y mejor entiendas, tanto más gravemente serás juzgado si no vivieres santamente. Por esto no te envanezcas si posees alguna de las artes o ciencias; sino que debes temer del conocimiento que de ella se te ha dado. Si te parece que sabes mucho y bien, ten por cierto que es mucho más lo que ignoras. No quieras con presunción saber cosas altas; sino confiesa tu ignorancia. ¿Por qué te quieres tener en más que otro, hallándose muchos más doctos y sabios que tú en la ley? Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen. El verdadero conocimiento y desprecio de sí mismo, es altísima y doctísima lección. Gran sabiduría y perfección es sentir siempre bien y grandes cosas de otros, y tenerse y reputarse en nada. Si vieres a alguno pecar públicamente, o comentar culpas graves, no te debes juzgar por mejor que él, porque no sabes hasta cuándo podrás perseverar en el bien. Todos somos frágiles, mas a nadie tengas por más frágil que tú.

De la doctrina de la verdad

¡Oh verdadero Dios! Hazme permanecer unido contigo en caridad perpetua. Enójame muchas veces leer y oír muchas cosas; en ti está todo lo que quiero y deseo; callen los doctores; no me hablen las criaturas en tu presencia; háblame tú solo. Cuanto más entrare el hombre dentro de sí mismo, y más sencillo fuere su corazón, tanto más y mejores cosas entenderá sin trabajo; porque recibe de arriba la luz de la inteligencia. El espíritu puro, sencillo y constante, no se distrae aunque entienda en muchas cosas; porque todo lo hace a honra de Dios y esfuérzase a estar desocupado en sí de toda sensualidad. ¿Quién tiene mayor combate que el que se esfuerza a vencerse a sí mismo? Esto debía ser todo nuestro empeño, para hacernos cada día más fuertes y aprovechar en mejorarnos. El humilde conocimiento de ti mismo es camino más cierto para Dios que escudriñar la profundidad de las ciencias. No es de culpar la ciencia, ni cualquier otro conocimiento de lo que, en sí considerado, es bueno y ordenado por Dios; mas siempre se ha de anteponer la buena conciencia y la vida virtuosa. Porque muchos estudian más para saber que para bien vivir, y yerran muchas veces y poco o ningún fruto sacan. Dime, ¿dónde están ahora todos aquellos señores y maestros, que tú conociste cuando vivían y florecían en los estudios? Ya ocupan otros sus puestos, y por ventura no hay quien de ellos se acuerde. ¡Oh, cuán presto pasa la gloria del mundo! Verdaderamente es grande el que tiene gran caridad. Verdaderamente es grande el que se tiene por pequeño y tiene en nada la cumbre de la honra. Verdaderamente es prudente el que todo lo terreno tiene por basura para ganar a Cristo. Y verdaderamente es sabio aquél que hace la voluntad de Dios y renuncia la suya propia.

De la prudencia en lo que se ha de obrar

Mucho es de doler que las más veces se cree y se dice el mal del prójimo, más fácilmente que el bien. ¡Tan débiles somos! Mas los varones perfectos no creen de ligero cualquier cosa que les cuentan, porque saben ver la flaqueza humana presta al mal, y muy deleznable en las palabras. Toma consejo con hombre sabio y de buena conciencia, y apetece más ser enseñado por otro mejor que tú, que seguir tu parecer.

De la lección de las santas Escrituras

En las santas Escrituras se debe buscar la verdad y no la elocuencia. Toda la Escritura se debe leer con el mismo espíritu que se hizo. Más debemos buscar el provecho en la Escritura que la sutileza de las palabras.

De los deseos desordenados

Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, tantas pierde la tranquilidad. El soberbio y el avariento jamás sosiegan; el pobre y humilde de espíritu viven en mucha paz. El hombre que no es perfectamente mortificado en sí mismo, con facilidad es tentado y vencido, aun en cosas pequeñas y viles. El que es flaco de espíritu, y está inclinado a lo carnal y sensible, con dificultad se abstiene totalmente de los deseos terrenos, y cuando lo hace padece muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno lo contradice. Pero si alcanza lo que deseaba siente luego pesadumbre, porque le remuerde la conciencia el haber seguido su apetito, el cual nada aprovecha para alcanzar la paz que buscaba. En resistir, pues, a las pasiones, se halla la verdadera paz del corazón, y no en seguirlas.

Cómo se ha de huir la vana esperanza y la soberbia

Vano es el que pone su esperanza en los hombres o en las criaturas. No te avergüences de servir a otros por amor de Jesucristo y parecer pobre en este mundo. No confíes de ti mismo, mas pon tu parte y Dios favorecerá tu buena voluntad. No confíes en tu ciencia, ni en la astucia de ningún viviente, sino en la gracia de Dios, que ayuda a los humildes y abate a los presuntuosos. Si tienes riquezas no te gloríes de ellas, ni en los amigos, aunque sean poderosos; sino en Dios que todo lo da, y sobre todo desea darse a sí mismo. No te alucines por la lozanía y hermosa disposición de tu cuerpo, que con una pequeña enfermedad se destruye y afea. No tomes contentamiento de tu habilidad o ingenio, porque no desagrades a Dios, de quien proviene todo bien natural que poseyeres. No te estimes por mejor que los demás, porque no seas quizá tenido por peor delante de Dios, que sabe lo que hay en el hombre. No te ensoberbezcas de tus obras buenas, porque son muy distintos de los juicios de Dios los de los hombres, al cual muchas veces desagrada lo que a ellos contenta.

Cómo se ha de evitar la mucha familiaridad

No manifiestes tu corazón a cualquiera, mas comunica tus cosas con el sabio y temeroso de Dios. Acompáñate con los humildes y sencillos. Justo es tener caridad con todos; mas no conviene la familiaridad. Algunas veces acaece, que la persona no conocida resplandece por su buena fama, mas a su presencia nos suele parecer mucho menos.

De la obediencia y sujeción

No quieras confiar demasiado en tu opinión, mas gusta también de oír de buena gana el parecer ajeno. Muchas veces he oído decir que es más seguro oír y tomar consejo que darlo. Bien puede también acaecer que sea bueno el parecer de uno; mas no querer sentir con los otros, cuando la razón o las circunstancias lo piden, es señal de soberbia y pertinacia.

Cómo se ha de cercenar la demasía de las palabras

Excusa cuanto pudieres el bullicio de los hombres, pues mucho estorba el tratar de las cosas del siglo, aunque se haga con buena intención, porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad. Muchas veces quisiera haber callado, y no haber estado entre los hombres. Pero ¿cuál es la causa por qué tan de grado hablamos, y platicamos unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia? La razón es, que por el hablar procuramos consolarnos unos con otros, y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos; y de muy buena gana nos detenemos en hablar o pensar de las cosas que amamos, y aún de las que tenemos por adversas. Mas, ¡oh dolor!, que esto se hace muchas veces vanamente y sin fruto; porque esta consolación exterior es de gran detrimento a la interior y divina. Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde. Si se puede y conviene hablar, sea de cosas edificantes.

Cómo se debe adquirir la paz, y del celo de aprovechar

Mucha paz tendríamos, si no quisiésemos mezclarnos en los dichos y hechos ajenos que no nos pertenecen. ¿Cómo quiere estar en paz mucho tiempo el que se mezcla en cuidados ajenos, y se ocupa de cosas exteriores, y dentro de sí poco o tarde se recoge? ¿Cuál fue la causa porque muchos santos fueron tan perfectos y contemplativos? Porque procuraron mortificarse totalmente en todos sus deseos terrenos; y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios y ocuparse libremente de sí mismos. Nosotros nos ocupamos mucho de nuestras pasiones y tenemos demasiado cuidado de las cosas transitorias. Y como pocas veces vencemos un vicio perfectamente, no nos alentamos para aprovechar cada día en la virtud; por esto permanecemos tibios y aun fríos. Si nos esforzásemos más en la batalla peleando como fuertes varones, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el cielo sobre nosotros; porque siempre está dispuesto a socorrer a los que pelean y esperan en su gracia, y nos procura ocasiones de pelear para que alcancemos la victoria. Si cada año desarraigásemos un vicio, presto seríamos perfectos; mas al contrario experimentamos muchas veces, que fuimos mejores y más puros en el principio de nuestra conversión que después de muchos años de profesos. Duro es renunciar a la costumbre; pero más duro es ir contra la propia voluntad; mas si no vences las cosas pequeñas y ligeras, ¿cómo vencerás las dificultosas? Resiste en los principios a tu inclinación, y deja la mala costumbre, para que no te lleve poco a poco a mayores dificultades.

De la utilidad de las adversidades

Bueno es que algunas veces nos sucedan cosas adversas y contratiempos, porque suelen atraer al hombre a su interior para que conociéndose desterrado, no ponga su esperanza en cosa alguna del mundo. Bueno es que padezcamos a veces contradicciones, y que sientan de nosotros mal e imperfectamente, aunque hagamos bien y tengamos buena intención. Estas cosas de ordinario ayudan a la humildad, y nos defienden de la vanagloria; porque entonces mejor buscamos a Dios por testigo interior, cuando por defuera somos despreciados de los hombres y no nos dan crédito. Entonces también conoce que no puede haber en el mundo seguridad perfecta, ni paz cumplida.

Cómo se ha de resistir a las tentaciones

Mientras en el mundo vivimos no podemos estar sin tribulaciones y tentaciones; por eso está escrito en Job: Tentación es la vida del hombre sobre la tierra. Por tanto, cada uno debe tener mucho cuidado, velando y orando para que no halle el demonio ocasión de engañarle, que nunca duerme, sino que busca por todos lados nuestra perdición. Ninguno hay tan santo ni tan perfecto, que no tenga algunas veces tentaciones, y no podemos vivir absolutamente libres de ellas. Mas son las tentaciones muchas veces utilísimas al hombre, aunque sean graves y pesadas; porque en ellas es uno humillado, purificado y enseñado. Todos los Santos pasaron por muchas tribulaciones y tentaciones, y por su medio aprovecharon en la virtud. No hay religión tan santa, ni lugar tan retirado, donde no haya tentaciones y adversidades. Muchos quieren huir las tentaciones, y caen en ellas más gravemente. No se puede vencer con solo huir. Con la paciencia y la verdadera humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos. Toma muchas veces consejo en las tentaciones, y no seas desabrido con el que está tentado, antes procura consolarle como tú quisieras te consolaran. El fuego prueba al hierro, y la tentación al justo. Muchas veces no sabemos lo que podemos, mas la tentación descubre lo que somos. Debemos pues velar, principalmente al principio de la tentación; porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo, cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma, y se le resiste al umbral luego que toca, por lo cual dijo uno: Resiste a los principios; tarde viene el remedio, cuando la llaga es muy vieja. Porque primeramente se ofrece al alma sólo el pensamiento sencillo, después la importuna imaginación, luego la delectación, el movimiento desordenado y el consentimiento, y así se entra poco a poco el maligno enemigo, y se apodera de todo, por no resistirle al principio. Y cuanto más tiempo fuere uno perezoso en resistir, tanto se hace cada día más débil, y el enemigo, contra él, más fuerte. Algunos padecen graves tentaciones al principio de su conversión, otros al fin, otros casi toda su vida. Algunos son tentados blandamente, según la sabiduría y juicio de Dios, que mide el estado y los méritos de los hombres, y todo lo tiene ordenado para la salvación de los escogidos. Por eso no debemos desconfiar cuando somos tentados; antes bien debemos rogar a Dios con mayor fervor, que sea servido de ayudarnos en toda tribulación, pues según el dicho de San Pablo, nos dará tal auxilio junto con la tentación, que la podamos sufrir. Humillemos, pues, nuestras almas bajo la mano de Dios en toda tribulación y tentación, porque él salvará y engrandecerá los humildes de espíritu.

Cómo se deben evitar los juicios temerarios

Pon los ojos en ti mismo y guárdate de juzgar las acciones ajenas. En juzgar a otros se ocupa uno en vano, yerra muchas veces, y peca fácilmente; mas juzgándose y examinándose a sí mismo, se emplea siempre con fruto.

De las obras que proceden de la caridad

No se debe hacer lo que es malo por ninguna cosa del mundo; ni por amor de alguno; mas por el provecho del necesitado, alguna vez se puede diferir la buena obra o trocarla por otra mejor. De esta suerte no se pierde, antes se muda en otra mejor. La obra exterior sin caridad no aprovecha; mas todo cuanto se hace con caridad, por poco que sea, se hace fructuoso, pues más mira Dios al corazón que a la obra misma. El que tiene verdadera y perfecta caridad, no se busca a sí mismo en cosa alguna; mas sólo desea que sea Dios glorificado en todas las cosas. De nadie tiene envidia, porque ama algún placer particular, ni se quiere gozar en sí; más desea sobre todas las cosas gozar de Dios.

Cómo se han de sufrir los defectos ajenos

Lo que no puede un hombre enmendar en sí ni en los otros, débelo sufrir con paciencia, hasta que Dios lo ordene de otro modo. Piensa que por ventura te conviene esto mejor para probar tu paciencia, sin la cual no son de mucha estimación nuestros merecimientos. Mas debes rogar a Dios por estos estorbos, porque tenga por bien de socorrerte para que los toleres. Si alguno, amonestado una vez o dos no se enmendare, no porfíes con él; mas encomiéndalo todo a Dios, para que se haga su voluntad, y él sea honrado en todos sus siervos, que sabe sacar de los males bienes. Estudia y aprende a sufrir con paciencia cualesquier defectos y flaquezas ajenas, pues que tú también tienes mucho en que te sufran los demás. Si todos fuesen perfectos ¿qué tendrías que sufrir por Dios a tus hermanos? Pero así lo ordenó Dios, para que aprendamos a llevar las cargas ajenas; porque no hay ninguno sin defecto, ninguno sin carga, ninguno es suficiente ni cumplidamente sabio para sí; importa llevarnos, consolarnos y juntamente ayudarnos unos a otros, instruirnos y amonestarnos.

De la vida Monástica

Conviene que aprendas a reprimirte en muchas cosas, si quieres tener paz y concordia con otros. No es poco morar en los Monasterios o Congregaciones, y allí conversar sin quejas, y perseverar fielmente hasta la muerte. Bienaventurado es el que vive allí bien y acaba dichosamente. Si quieres estar bien y aprovechar, mírate como desterrado y peregrino sobre la tierra.

De los ejemplos de los Santos Padres

Considera bien los heroicos ejemplos de los Santos Padres, en los cuales resplandece la verdadera perfección y religión, y verás cuán poco o casi nada es lo que hacemos. ¡Ay! ¿qué es nuestra vida consagrada con la suya? Los Santos y amigos de Cristo sirvieron al Señor en hambre, en sed, en frío, en desnudez, en trabajos, en fatigas, y vigilias y ayunos, en oraciones y santas meditaciones, en persecuciones y en muchos oprobios. ¡Oh, cuántas y cuán graves tribulaciones padecieron los Apóstoles, los Mártires, los Confesores, las Vírgenes, y todos los demás que quisieron seguir las pisadas de Jesucristo, pues en esta vida aborrecieron sus almas, para poseerlas en la eterna! ¡Oh cuán estrecha y austera vida hicieron los Santos Padres en el desierto! ¡Cuán largas y graves tentaciones padecieron! ¡Cuán de ordinario fueron atormentados del enemigo! ¡Cuán continuas y fervorosas oraciones ofrecieron a Dios! ¡Cuán rigurosas abstinencias practicaron! ¡Cuán gran celo y favor tuvieron en su aprovechamiento espiritual! ¡Cuán fuertes combates sostuvieron para vencer los vicios! ¡Cuán pura y recta intención tuvieron para con Dios! De día trabajaban, y las noches ocupaban en larga oración, aunque trabajando no cesaban de orar mentalmente. Extraños eran al mundo, pero muy allegados y familiares amigos de Dios. Teníanse por nada en cuanto a sí mismos, y para con el mundo eran despreciados; mas en los ojos de Dios fueron muy preciosos y amados.

De los ejercicios que debe practicar el buen religioso

La vida del buen religioso debe resplandecer en toda suerte de virtudes, siendo tal en lo interior cual parece en lo de afuera. Cada día debemos renovar nuestro propósito y excitarnos a mayor fervor, como si fuese el primero de nuestra conversión. Si se deja alguna vez el ejercicio acostumbrado por piedad o por provecho del prójimo, esta omisión se puede reparar fácilmente, mas si, por fastidio o negligencia, ligeramente se deja, muy culpable es, y resultará en nuestro daño. Si no puedes continuamente estar recogido, siquiera recógete algunos ratos, por lo menos una vez al día. Por la mañana haz tus propósitos, y a la noche examina tus obras, qué tal ha sido este día tu conducta en obras, palabras y pensamientos, porque puede ser que ofendiste a Dios y al prójimo muchas veces en ello. Refrena la gula y fácilmente refrenarás toda inclinación de la carne. Nunca estés del todo ocioso; lee, escribe, reza o medita, o haz algo de provecho para la comunidad. Pero los ejercicios corporales se deben tomar con discreción, porque no son igualmente para todos. Bienaventurado el siervo, dice el Evangelista San Lucas, que cuando viniere el Señor, le hallare velando; en verdad os digo, que le constituirá sobre todos sus bienes.

Del amor a la soledad y silencio

Busca tiempo competente para dedicarte a ti mismo. Si te apartares de pláticas superfluas, de estar ocioso y de oír novedades y murmuraciones, hallarás tiempo suficiente y a propósito para darte a la meditación de las cosas divinas. Más fácil cosa es callar siempre, que hablar sin errar; más fácil es ocultarse en su casa, que guardarse del todo fuera de ella. Por esto al que aspira a la vida interior y espiritual le conviene apartarse con Jesucristo de la multitud. Los muy estimados por buenos, muchas veces cayeron en graves peligros por su mucha confianza; por lo cual es utilísimo a muchos, el que no le falten del todo tentaciones, y que sean muchas veces combatidos, para que no confíen mucho de sí propios, y para que no se ensoberbezca, ni se entreguen demasiadamente a los consuelos exteriores. ¡Oh quien nunca buscase alegría transitoria, ni jamás se ocupase del mundo! ¡Cuán pura conservaría su conciencia! Ninguno es digno de la consolación celestial, sino el que se ejercitare con diligencia en la santa contrición. Si quieres arrepentirte de corazón, entra en tu retiro y destierra de ti todo bullicio del mundo. En el silencio y sosiego se aprovecha el alma devota y penetra los secretos de las Escrituras. Cierra tu puerta sobre ti, y llama a tu amado Jesús; permanece con él en tu celda, porque no hallarás en otro lugar tanta paz.

Del remordimiento del corazón

Bienaventurado el que renunciare todas las cosas que pueden mancillar o agravar su conciencia. Pelea como varón; una costumbre vence a otra. No te ocupes en cosas ajenas, ni te entremetas en las cosas de los mayores. Si no eres favorecido de los hombres, no te entristezcas. El virtuoso siempre halla bastante materia para dolerse y llorar; porque ora se mire a sí, ora piense en su prójimo, sabe que ninguno vive aquí abajo sin tribulaciones y cuanto más atentamente se mira, tanto más halla por qué dolerse. Si continuamente pensases, más en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay duda que te enmendarías con mayor fervor. Si pusieses también delante de tu corazón las penas del infierno o del purgatorio, creo que de muy buena gana sufrirías cualquier trabajo y dolor, y no rehusarías ninguna aspereza, mas como estas cosas no penetran al corazón, y amamos siempre el regalo, nos quedamos fríos y perezosos.

Consideración de la miseria humana

Miserable serás donde quiera que fueres y donde quiera que te volvieres, si no te conviertes a Dios. ¿Por qué te turbas, si no te sucede lo que quieres y deseas? ¿Quién es el que tiene todas las cosas a su voluntad? Por cierto ni yo, ni tú, ni hombre alguno sobre la tierra. No hay hombre en el mundo sin tribulación o angustia, aunque sea Rey o Papa. ¿Pues quién es el que está mejor? Ciertamente el que puede padecer algo por Dios. No está la felicidad del hombre en tener abundancia en lo temporal, bástale la medianía. Verdadera miseria es vivir sobre la tierra. Cuanto el hombre quisiera ser más espiritual, tanto le será más amarga la vida presente, porque siente mejor y ve más claro los defectos de la corrupción humana. Mas ¡ay de los que no conocen su miseria! y mucho más ¡ay de los que aman esta vida miserable y corruptible! ¿Por qué quieres dilatar tu propósito? Levántate y comienza en este momento y di: Ahora es tiempo de obrar, ahora es tiempo de pelear, ahora es tiempo conveniente para enmendarme.

Del pensamiento de la muerte

Muy presto te ocupará este negocio, por eso debes mirar cómo vives. ¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente, sin cuidarse de lo venidero! Si tuviese buena conciencia, no temerías mucho la muerte. ¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos? La larga vida no siempre corrige, antes muchas veces añade pecados. Bienaventurado el que tiene siempre presente la hora de la muerte, y se prepara cada día a morir. ¡Cuán feliz y prudente es el que vive de tal modo, cual desea le halle Dios en la hora de la muerte! Porque el absoluto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor a la disciplina, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, el renunciarse a sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de nuestro Señor Jesucristo, gran confianza le darán de morir felizmente. No confíes en amigo y allegados, ni dilates en asegurar tu salvación para lo porvenir, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres. Si no eres solícito para ti ahora, ¿quién cuidará de ti después? Ahora es el tiempo precioso, ahora son los días de salud, ahora es el tiempo agradable, pero ¡oh dolor! que los gasta sin aprovecharte, pudiendo en él ganar la vida eterna. Vendrá tiempo en que desearás un día, o una hora para enmendarte, y no sé si te será concedida. Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales, no pienses sino en tu salvación. Guarda tu corazón libre y elevado a Dios, porque aquí no tienes ciudad permanente.

Del juicio y de las penas de los pecados

Mira el fin de todas las cosas, y de qué modo te presentará delante de aquel rectísimo Juez, al cual no hay cosa encubierta, ni se aplaca con dones, ni admite excusas, sino que juzgará en justicia. Tú, que temes a las veces el rostro de un hombre airado, ¿por qué no te previenes para el día del juicio, cuando no habrá quién defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá que hacerlo por sí? Mejor es ahora purgar los pecados y cortar los vicios, que dejar su expiación para lo venidero. Ahora te den cuidado y causen dolor tus pecados, para que en el día del juicio estés seguro con los bienaventurados. Entonces será tenido por sabio el que aprendió aquí a ser ignorante y menospreciado por Cristo. Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia. De verdad no puedes tener dos gozos, deleitarte en este mundo, y después reinar en el cielo con Cristo. Porque todo es vanidad, menos el amar y servir a Dios solo. Porque los que aman a Dios de todo corazón no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno. Bueno es que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene.

De la fervorosa enmienda de toda nuestra vida

Dos cosas especialmente ayudan mucho a enmendarse, conviene a saber, desviarse con esfuerzo de aquello a que inclina la naturaleza viciosamente, y trabajar con fervor por el bien que más necesita. Estudia también en vencer y evitar lo que de ordinario te desagrada en tus prójimos. Mira que te aproveches donde quiera; y si vieres y oyeres buenos ejemplos, anímate a imitarlo. Mas si vieres alguna cosa digna de reprensión, guárdate de hacerlo; y si alguna vez lo hiciste, procura enmendarte luego. Así como tú observas a los otros, así los otros te observan a ti. Acuérdate del propósito que hiciste, y pon delante de ti la imagen del Crucifijo. ¡Oh si viniese a nuestro corazón Jesús crucificado, cuán presto y cumplidamente seríamos enseñados! Cuando el hombre llega al tiempo en que no busca su consolación en criatura alguna, entonces comienza a gustar de Dios perfectamente, y está contento, también de todo lo que le sucede. Entonces, ni se alegra en lo mucho, ni se entristece por lo poco, sino que se pone entera y fielmente en manos de Dios, el cual le es todo en todas las cosas. Acuérdate siempre del fin, y que el tiempo perdido jamás vuelve. El que no evita los defectos pequeños, poco a poco cae en los grandes.


LIBRO SEGUNDO
Avisos para el trato interior


De la conversación interior

El reino de Dios dentro de vosotros está, dice el Señor. Aprende a menospreciar las cosas exteriores y date a las interiores, y verás que viene a ti el reino de Dios. Pues el reino de Dios es paz y gozo en el Espíritu Santo. Toda su gloria y hermosura es en lo interior, y allí se complace. Su continua visitación es con el hombre interior; con él habla dulcemente, es grata su consolación, tiene mucha paz, y admirable familiaridad. Sé, pues, alma fiel, y prepara tu corazón a este Esposo, para que quiera venirse a ti y morar contigo. Si a Cristo tuvieres, estarás rico y te bastará. Él será tu proveedor y fiel procurador en todo, de manera que no tendrás necesidad de esperar en los hombres. Porque los hombres se mudan fácilmente y desfallecen en breve; pero Jesucristo permanece para siempre, y está firme hasta el fin. No hay que poner mucha confianza en el hombre frágil y mortal, aunque sea provechoso y bien querido, ni se ha de tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario. Los que hoy están a tu favor, mañana te pueden contradecir. Pon en Dios toda tu esperanza, y sea él tu temor y tu amor. Él responderá por ti y lo hará como mejor convenga. No tienes aquí ciudad de morada; donde quiera que fueses serás extraño y peregrino, y no tendrás jamás reposo hasta que estés íntimamente unido con Cristo. ¿Qué miras aquí, no siendo éste el lugar de tu descanso? En el cielo ha de ser tu morada, y como de paso has de mirar todo lo terrestre. Todas las cosas pasan, y tú con ellas. En el Altísimo esté tu pensamiento; y tu oración diríjase sin cesar a Cristo. Si no sabes contemplar las cosas altas y celestiales, descansa en su pasión, y mora muy gustoso en sus sacratísimas llagas. Porque si te llegas devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jesucristo, gran consuelo sentirás en la tribulación, no harás mucho caso de los desprecios de los hombres y fácilmente sufrirás las palabras de los maldicientes. Cristo fue también en el mundo despreciado de los hombres, y entre grandes afrentas desamparado de amigo y conocidos, y en la mayor necesidad. Cristo quiso padecer y ser despreciado, ¿y tú osas quejarte de cosa alguna? Cristo tuvo adversarios y murmuradores, ¿y tú quieres tener a todos por amigos y bienhechores? ¿Cómo se coronará tu paciencia, si ninguna adversidad se te ofrece? Si no quieres sufrir algo, ¿cómo serás amigo de Cristo? Sufre con Cristo y por Cristo, si quieres reinar con Cristo. Aquél que aprecia todas las cosas como son, no como se dicen o estiman, es verdaderamente sabio, y enseñado más por Dios que por los hombres. El que sabe vivir interiormente y tener en poco las cosas exteriores, no busca lugares, ni espera tiempos para darse a ejercicios devotos. El hombre interior presto se recoge; porque nunca se derrama del todo a las cosas exteriores, no le estorba el trabajo exterior, ni la ocupación tomada en tiempo necesario; sino que como suceden las cosas, se conforma a ellas. No hay cosa que tanto mancille y embarace al corazón del hombre, como el amor desordenado a las criaturas. Si desprecias las consolaciones exteriores, podrás contemplar las cosas celestiales y muchas veces gozarte interiormente.

De la humilde sujeción

No tengas en mucho a quien esté por ti o contra ti; más procura que Dios sea contigo en todo lo que haces. Al que Dios quiere ayudar, no le podrá dañar la malicia de hombre alguno. Si sabes callar y sufrir, sin duda tendrás el favor de Dios. Él sabe el tiempo y el modo de librarte, y por eso te debes abandonar a él. Dios defiende y libra al humilde, ama al humilde y le consuela; se inclina al humilde y le da su gracia, y después de su abatimiento le eleva a la gloria. Al humilde descubre sus secretos, y le atrae dulcemente a sí, y le convida. El humilde, recibida la afrenta está en paz, porque descansa en Dios, y no en el mundo.

Del hombre bueno y pacífico

Ponte primero a ti en paz, y después podrás apaciguar a los otros. El descontento y alterado, con diversas sospechas se atormenta; ni él sosiega, ni deja descansar a los demás. Dice muchas veces lo que no debiera y deja de hacer lo que más le conviene. Piensa lo que otros deben hacer y deja él sus obligaciones. No es mucho tratar con los buenos y mansos, que esto gusta naturalmente, y cada uno de buena gana tiene paz y ama a los que concuerdan con él; mas poder vivir en paz con los hombres duros, perversos y de mala condición, y con quien nos contradice, gran gracia es, y acción varonil y loable. El que mejor sabe padecer, tendrá mayor paz. Este tal es vencedor de sí mismo, y señor del mundo, amigo de Cristo y heredero del cielo.

Del puro corazón y sencilla intención

Con dos alas se levanta el hombre sobre las cosas terrestres, que son simplicidad y pureza. El corazón puro penetra en el cielo y en el infierno. Cual es cada uno en lo interior, tal juzga lo de fuera. Si hay gozo en el mundo, el hombre puro de corazón lo posee; y si en algún lugar hay tribulación y congojas, esto lo siente mejor la mala conciencia.

De la propia consideración

No debemos confiar mucho en nosotros mismos, porque muchas veces nos falta la gracia y la discreción. Poca luz hay en nosotros, y presto la perdemos por nuestra negligencia. Reprendemos en los otros las cosas pequeñas, y disimulamos en nosotros las graves. Muy presto sentimos y ponderamos lo que de otro sufrimos; mas no miramos cuánto enojamos a los demás. El hombre interior antepone el cuidado de sí mismo a todos los cuidados; y el que tiene verdadero cuidado de sí poco habla de otros. ¿Adónde estás cuando no estás contigo? Después de haber discurrido por todas las cosas, ¿qué has ganado si de ti te olvidaste?

De la alegría de la buena conciencia

La gloria del hombre bueno es el testimonio de la buena conciencia. Ten buena conciencia y siempre tendrás alegría. La buena conciencia puede sufrir muchas cosas, y está muy alegre en las adversidades. La mala conciencia siempre está con inquietud y temor. Los malos nunca tienen alegría verdadera, ni sienten paz interior; porque No tienen paz los impíos, dice el Señor. Gloriarse en la tribulación no es dificultoso al que ama; porque gloriarse de esta suerte, es gloriarse en la cruz del Señor. Breve es la gloria que se da y se recibe de los hombres. La gloria del mundo siempre va acompañada de tristeza. La gloria de los buenos está en sus conciencias y no en la boca de los hombres. La conciencia limpia, fácilmente se sosiega y está contenta. No eres más santo porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Si miras lo que eres dentro de ti, no te dará cuidado lo que de ti hablan los hombres. El hombre ve lo de afuera, mas Dios ve el corazón. El hombre considera las obras, mas Dios pesa las intenciones. Dice S. Pablo: No el que se loa a sí mismo es aprobado, sino el que Dios alaba.

Del amor de Jesús sobre todas las cosas

Bienaventurado el que conoce lo que es amar a Jesús y despreciarse a sí mismo por Jesús. El amor de la criatura es engañoso y mudable. El amor de Jesús es fiel y permanente. Ama y ten por amigo a aquél, que aunque todos te desamparen no te desamparará ni dejará perecer en el fin. De todos has de ser desamparado alguna vez, quieras o no.

De la familiar amistad de Jesús

Cuando Jesús está presente, todo es bueno y nada parece difícil; mas cuando Jesús está ausente, todo es duro. Cuando Jesús no habla dentro del alma, muy despreciable es la consolación; mas si Jesús habla una sola palabra, se siente gran consolación. ¡Qué puede dar el mundo sin Jesús! Estar sin Jesús es grave infierno; estar con Jesús es dulce paraíso. Si Jesús estuviera contigo, ningún enemigo te podrá dañar. El que halla a Jesús halla un buen tesoro, y de verdad bueno sobre todo bien. Pues neciamente obras si en otro alguno confías o te alegras. Más se debe escoger tener todo el mundo contrario, que tener ofendido a Jesús. Pues sobre todos tus amigos sea Jesús amado especialmente.

Cómo conviene carecer de todo consuelo

No es grave cosa despreciar la consolación humana cuando tenemos la divina. Muy suavemente camina aquél a quien conduce la gracia de Dios. Así pues, cuando Dios te diere la consolación espiritual, recíbela con hacimiento de gracias, y entiende que es don de Dios, y no tu merecimiento. Cuando te fuere quitado el consuelo, no desconfíes desde luego; sino espera con humildad y paciencia la visitación celestial, porque Dios es poderoso para volver a darte mucha mayor consolación. Suele ser la tentación precedente señal que vendrá el consuelo, pues a los probados en la tentación está prometido el gozo celestial. Dase también la consolación divina para que el hombre sea más fuerte para sufrir las adversidades.

Del agradecimiento por la gracia de Dios

Todos los deleites mundanos son torpes o vanos; mas sólo los deleites espirituales son los alegres y honestos, engendrados de las virtudes e infundidos por Dios en los corazones puros. Sé, pues, agradecido en lo poco y serás digno de recibir cosas mayores. Ten en mucho lo poco y lo más despreciable por don singular. Y aunque nos dé penas y azotes, se lo debemos agradecer, que siempre es para nuestra salvación todo lo que permite que nos suceda. El que desee conservar la gracia de Dios, agradézcale la gracia que le ha dado, y sufra con paciencia cuando le fuere quitada. Haga oración continua para que le sea restituida, y sea cauto y humilde para no perderla.

Cuán pocos son los que aman la Cruz de Cristo

Jesucristo tiene ahora muchos amadores de su reino celestial, pero muy pocos que lleven su cruz. Todos quieren gozarse con él, mas pocos quieres sufrir algo por él. Pero los que aman a Jesús por él mismo, y no por algún propio consuelo suyo, bendícenle en toda pena y angustia del corazón, tan bien como en el consuelo. ¿Dónde se hallará alguno que quiera servir a Dios de balde? ¿Pues quién hallará el verdadero pobre de espíritu y desnudo de toda criatura? De muy lejos y muy precioso es su valor.

Del camino real de la santa Cruz

Estas palabras parecen duras a muchos: Niégate a ti mismo, toma tu cruz y sigue a Jesús. Pero más duro será oír aquella postrera palabra: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno. ¿Por qué pues temes tomar la Cruz por la cual se va al Reino? En la Cruz está la salud, en la Cruz está la vida, en la Cruz está la defensa contra los enemigos, en la Cruz está la infusión de la suavidad celestial, en la Cruz está la fortaleza del corazón, en la Cruz está el gozo del espíritu, en la Cruz está la suma virtud, en la Cruz está la perfección de la santidad. Mira que todo consiste en la Cruz, y todo está en morir en ella; y no hay otro camino para la vida y para la verdadera paz sino el de la santa Cruz. La cruz siempre está preparada y te espera en cualquier lugar. No la puedes huir donde quiera que fueres; porque a cualquier parte que huyas llevas a ti mismo. Vuélvete arriba, vuélvete abajo, vuélvete fuera, vuélvete adentro, en todo hallarás la cruz; y es necesario que en todo lugar tengas paciencia si quieres tener paz interior y merecer perpetua corona. Si contra tu voluntad la llevas, la hiciste más pesada, y no obstante es preciso que la sufras. Si desechas una cruz, sin duda hallarás otra, y acaso más pesada. No es propio de la humana condición, amar la cruz, castigar el cuerpo y sujetarle a servidumbre, huir los honores, sufrir de grado las injurias, despreciarse a sí mismo y desear ser despreciado, tolerar todo lo adverso con daño y no desear cosa de prosperidad en este mundo. Si te miras a ti, no podrás por ti cosa alguna de éstas; mas si confías en Dios, él te dará fortaleza celestial y hará que te obedezca el mundo y la carne, y no temerás al demonio si estuvieres armado de fe y señalado con la cruz de Cristo. Disponte, pues, como bueno y fiel siervo de Cristo para llevar varonilmente la Cruz de tu Señor, crucificado por amor tuyo. Prepárate a sufrir muchas adversidades y diversas incomodidades en esta miserable vida, porque así estará contigo donde quiera que fueres. Pluguiese a Dios que fueses digno de padecer algo por el nombre de Jesús. ¡Cuán grande gloria se te daría! ¡Cuánta alegría causarías a todos los Santos de Dios! ¡Cuánta edificación sería para el prójimo!, pues todos alaban la paciencia, aunque pocos quieren padecer. Porque si alguna cosa fuera mejor y más útil para la salvación de los hombres que el sufrir, Cristo lo hubiera declarado con su palabra y ejemplo; pues manifiestamente exhorta a sus discípulos, que lleven la Cruz y les dice: Si alguno quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.


LIBRO TERCERO
De la consolación interior


De la habla interior de Cristo al ánima fiel

Bienaventurados los oídos que perciben lo sutil de las inspiraciones divinas y no se cuidan de las murmuraciones mundanas.

Las palabras de Dios se deben oír con humildad, y muchos no las estiman

Oye, hijo mío, mis palabras, palabras suavísimas, que exceden toda la ciencia de los filósofos y sabios del mundo. Mis palabras son espíritu y vida, y no se pueden examinar por el sentido humano. El mundo promete cosas temporales y pequeñas, y con todo eso le sirven con gran ansia. ¿Quién me sirve a mí y me obedece en todo, con tanto cuidado como al mundo y a sus señores se sirve? Yo daré lo que tengo prometido. Y cumpliré lo que he dicho, si alguno perseverare fiel en mi amor hasta el fin. Escribe mis palabras en tu corazón, y considéralas con mucha diligencia.

ORACIÓN
Para pedir la gracia de la devoción


Señor Dios mío, tú eres todos mis bienes. ¿Quién soy yo para que me atreva a hablarte? Yo soy un pobrísimo siervo tuyo, un gusanillo despreciable, mucho más pobre y más digno de ser despreciado de lo que yo sé, y me atrevo a decir. Pero acuérdate, Señor, que soy nada, nada tengo, nada valgo. Tú solo eres bueno, justo y santo, tú lo puedes todo, tú lo das todo, tú lo llenas todo, sólo al pecador dejas vacío.

Acuérdate, Señor, de tus misericordias, y llena mi corazón de tu gracia, pues no quieres que queden vacías tus obras.
¿Cómo me podré sufrir en esta miserable vida, si no me esfuerza tu misericordia y tu gracia? No me vuelvas el rostro, no dilates tu visitación, no me quites tu consuelo, para que no sea mi alma como la tierra sin agua. Señor, enséñame a hacer tu voluntad, enséñame a conversar delante de ti digna y humildemente, porque tú eres mi sabiduría, que en verdad me conoces, y me conociste antes que el mundo se hiciese, y antes que yo naciese en el mundo.

Debemos conversar delante de Dios con verdad y humildad

Señor, verdad es lo que dices. Tu verdad me enseñe, y ella me guarde y me conserve hasta el fin saludable. Yo te enseñaré, dice la Verdad, las cosas rectas y agradables a mí. Piensa en tus pecados con gran dolor y tristeza, y nunca te juzgues valer algo por tus buenas obras. No tienes cosa de que te puedas gloriar, y tienes muchas porque puedas envilecerte. Nada tengas por grande, nada por cosa preciada ni maravillosa, nada estimes por digno de reputación, nada por elevado, nada por verdaderamente loable y apetecible, sino lo que es eterno.

Del maravilloso efecto del Divino Amor

¡Oh Señor Dios mío, Amador santo mío! Cuando tú vinieres a mi corazón, se alegrarán todas mis entrañas. Tú eres mi gloria y la alegría de mi corazón; tú eres mi esperanza y el refugio mío en el día de mi tribulación. Mas porque aún soy débil en el amor, e imperfecto en la virtud, por eso tengo necesidad de ser fortalecido y consolado por ti. Por eso visítame, Señor, continuamente, e instrúyeme con santas doctrinas. Líbrame de mis malas pasiones y sana mi corazón de todos mis afectos desordenados; a fin de que sano y bien purificado en lo interior, sea apto para amarte, fuerte para sufrir y firme para perseverar. Gran cosa es el amor y el mayor de todos los bienes. Él solo hace ligero todo lo pesado, y sufre con igualdad todo lo desigual, pues lleva la carga sin fatiga y hace dulce y sabroso todo lo amargo. No hay cosa más dulce que el amor, ni más fuerte, ni más alta, ni más espaciosa, ni más alegre, ni más cumplida ni mejor en el cielo ni en la tierra. Porque el amor nació de Dios y no puede descansar con nada de lo creado, sino con el mismo Dios. El amor es diligente, sincero, piadoso, alegre y ameno; fuerte, sufrido, fiel, prudente, constante, magnánimo, y nunca se busca a sí mismo. El amor es circunspecto, humilde y recto; no es regalado ni liviano, ni atiende a cosas vanas; es sobrio, firme, casto, tranquilo y recatado en todos sus sentidos.

De la prueba del verdadero amor

El constante amador está firme en las tentaciones y no cree las astucias engañosas del enemigo. El discreto amador, no considera tanto el don del que ama, cuanto el amor del que lo da. Persuádete que el enemigo antiguo, de todos modos se esfuerza para impedir tu deseo en lo bueno, y privarte de todo ejercicio devoto. Te trae muchos pensamientos malos para causarte horror, y para desviarte de la oración y de la lección sagrada. Desagrádale mucho la humilde confesión; y si pudiese, haría que no comulgases. Cuando te trajere pensamientos malos y torpes, atribúyelo a él y dile: Vete de aquí, espíritu inmundo; avergüénzate, desventurado; muy inmundo eres, pues me traes tales cosas a la imaginación. Apártate de mí, malvado engañador, no tendrás parte alguna de mí, porque Jesús estará conmigo como invencible capitán y tú quedarás confuso. Más quiero morir y sufrir cualquier pena, que consentir contigo. Calla y enmudece; no te oiré más, aunque más me importunes. El Señor es mi luz y mi salud, ¿a quién temeré? Aunque se ponga contra mí un ejército, no temerá mi corazón. El Señor es mi ayudador y mi redentor. Pelea como buen soldado; y si alguna vez cayeres por fragilidad, procura cobrar mayores fuerzas que las primeras.

Cómo se ha de ocultar la gracia bajo la humildad

No está sólo la perfección de la vida espiritual en tener la gracia de la consolación; sino en que con humildad, negándote a ti mismo, lleves con paciencia que se te quite, de suerte que entonces no aflojes en el ejercicio de la oración, ni dejes las buenas obras que sueles practicar; mas como mejor pudieres y entendieres has de buena gana todo lo que esté de tu parte. Porque hay muchos que cuando las cosas no les suceden bien, luego se impacientan, o aflojan en la virtud. Porque no está siempre en la mano del hombre su adelantamiento; mas a Dios pertenece el dar y consolar cuando quiere, cuanto quiere, y a quien quiere, como a él le agrada, y no más. Los que todavía son nuevos y sin experiencia en el camino del Señor, si no se gobiernan por el consejo de discretos, fácilmente pueden ser engañados y venir a perderse. El que en tiempo de paz se juzgare demasiado seguro, muy caído y medroso se hallará en el tiempo del combate. Más aprovecha muchas veces esta prueba, porque los merecimientos no se han de calificar por tener muchas visiones o consolaciones, o porque sea uno entendido en la Escritura, o porque esté colocado en dignidad, sino en si fuere fundado en humildad verdadera, y lleno de la caridad divina.

De la vil estimación de sí mismo a los ojos de Dios

Si soy dejado a mis fuerzas, todo soy nada, y todo flaqueza; pero si tú me mirares, luego seré fortificado y estaré lleno de nuevo gozo. Porque tú ¡oh dulcísimo Señor! haces conmigo mucho más de lo que merezco, y más de lo que me atrevo a esperar o pedir. Esto, Señor, hace tu amor; que sin méritos míos, me previene y me socorre en tantas necesidades, guardándome también de graves peligros, librándome, para decir verdad, de innumerables males.

Despreciando el mundo, es dulce cosa servir a Dios

Señor, todas las cosas que tengo y con que te sirvo, tuyas son. Mas en verdad, más me sirves tú a mí, que yo a ti. El cielo y la tierra que criaste para el servicio del hombre, están prontos para obedecerte, y hacen cada día todo lo que le mandaste; y esto poco es, pues aún los ángeles ordenaste para servir al hombre. Mas a todas estas cosas excede, que tú mismo te dignaste de servir al hombre, y le prometiste darte a ti mismo. ¿Qué te daré yo por tantos millares de beneficios? ¡Oh si pudiese yo servirte todos los días de mi vida! ¡Oh si pudiese solamente, siquiera un solo día, hacerte algún digno servicio! Verdaderamente tú sólo eres digno de todo servicio, de toda honra y de alabanza eterna. Verdaderamente tú sólo eres mi Señor, y yo miserable siervo tuyo, que estoy obligado a servirte con todas mis fuerzas, y nunca debo cansarme de alabarte. Así lo quiero, así lo deseo, y lo que me falta ruégote que tú lo completes.

Los deseos del corazón se deben examinar y moderar

No se ha de seguir cualquier deseo que parece bueno, ni tampoco se ha de huir a primera vista toda afición que aparece contraria. Conviene algunas veces usar de moderación, aún en los buenos ejercicios y deseos. Otras veces conviene usar de fuerza, y contradecir varonilmente al apetito sensitivo, y no cuidar de lo que la carne quiere o no quiere; sino trabajar sobre todo porque esté sujeta al espíritu, aunque le pese.

La paciencia y la lucha contra el apetito

Señor Dios, a lo que veo, la paciencia me es muy necesaria, porque en esta vida acaecen muchas adversidades.

De la obediencia del súbdito humilde, a ejemplo de Cristo

No hay enemigo más dañoso, ni peor para tu alma que tú mismo. Pero ¿qué gran cosa es, que tú, polvo y nada, te sujetes al hombre por mi amor, cuando yo, Omnipotente y Altísimo, que crié todas las cosas de la nada, me sujeté al hombre humildemente por ti? ¿Qué podrás contradecir a quien te zahiere, pues tantas veces ofendiste a tu Criador, y muchas mereciste el infierno?

Cómo se han de considerar los secretos juicios de Dios, porque no nos envanezcamos en lo bueno

¡Oh cuán humilde y bajamente debo pensar de mí! ¡En cuán poco me debo tener, aunque parezca que tengo algo bueno en mí! ¡Oh Señor cuán profundamente me debo someter a tus insondables juicios, donde hallo no ser otra cosa, sino nada y pura nada! Todo el mundo no enloquecerá al que tiene la verdad sujeto; ni se moverá por mucho que lo alaben el que tiene puesta toda su esperanza en Dios. Porque todos los que hablan son nada, pero la verdad del Señor permanecerá para siempre.

Qué debe uno hacer y decir en todas las cosas que deseare

Hijo, di así en cualquier cosa: Señor, si te agradare, hágase esto así. Señor, si es honra tuya, hágase esto en tu nombre. Señor, si vieres que me conviene, y hallares serme provechoso, concédemelo, para que use de ello a honra tuya; mas si conocieres que me sería dañoso, y nada provechoso a la salvación de mi alma, aparta de mí tal deseo, porque no todo deseo procede del Espíritu Santo, aunque parezca justo y bueno al hombre. Muchos han sido engañados al fin, que al principio parecía ser movidos por buen espíritu.

ORACIÓN
Para pedir el cumplimiento de la voluntad de Dios


Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, conmigo obre, y persevere conmigo hasta el fin. Dame que desee y quiera siempre lo que te es más agradable a ti. Tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya, y se conforme en todo con ella. Tenga yo un mismo querer y no querer contigo; y no pueda ni no querer, sino lo que tú quieres y no quieres.

Dame, Señor, que muera a todo lo que hay en el mundo, y dame que ame por ti ser despreciado y olvidado en el mundo. Dame, sobre todo lo que puedo desear, descansar y aquietar mi corazón en ti. Tú eres la verdadera paz del corazón; tú su único descanso; fuera de ti todas las cosas son molestas y sin sosiego. En esta paz, esto es, en ti, único sumo y eterno Bien, dormiré y descansaré. Amén.

Sólo en Dios se debe buscar el verdadero consuelo

Cualquiera cosa que puedo desear o pensar para mi consuelo no la espero aquí, sino en la otra vida. Pues aunque yo sólo tuviese todos los gustos del mundo, y pudiese usar de todos sus deleites, cierto es que no podrían durar mucho. Espera un poco alma mía, espera la promesa divina y tendrás abundancia de todos los bienes en el cielo. Si deseas desordenadamente estas cosas presentes, perderás las eternas y celestiales. Las temporales sean para usar, las celestiales para desear. No puedes quedar satisfecha de cosa temporal, porque no eres criada para gozar de lo caduco.

De la tolerancia de las injurias, y como se prueba el verdadero paciente

Cuanto más te dispones para padecer, tanto más cuerdamente obras y más mereces; y lo llevarás también más ligeramente teniendo el ánimo prevenido y preparado con la costumbre. Y no digas: No puedo sufrir esto de aquel hombre, ni es razón que yo sufra tales cosas, porque me injurió gravemente, y me imputa cosas que nunca pensé, mas de otro sufriré de grado todo lo que me pareciere que debe sufrirse. Indiscreto es tal modo de pensar, que no considera la virtud de la paciencia, ni quien la ha de galardonar, antes se ocupa de las personas y de las injurias que le han hecho. No es verdadero paciente el que sólo sufre lo que quiere, y de quien quiere. El verdadero paciente no mira quién le persigue, si es su prelado, su igual o su inferior, o si es un varón bueno y santo, o un perverso e indigno; sino que sin diferencia de personas, cualquier daño, y todas cuantas veces le sucede cualquier adversidad, todo lo recibe de buena gana como de la mano de Dios, y lo estima por mucha ganancia, porque no hay cosa delante de Dios, por pequeña que sea, padecida por su amor, que quede sin galardón. ¡Oh Señor! hazme posible por tu gracia lo que me parece imposible por la naturaleza. Tú sabes cuán poco puedo padecer, y que luego desfallezco a la más leve contradicción.

De la confesión de la propia flaqueza, y de las miserias de esta vida

¡Ay! que tal es esta vida, donde nunca faltan tribulaciones y desgracias, y donde todo está lleno de lazos y de enemigos. Porque faltando una tribulación viene otra, y aún antes que se acabe el primer combate, sobrevienen otros muchos e inesperados. ¿Cómo aún se puede llamar vida la que engendra tantas muertes y pestes? Y con esto vemos que es amada, y de muchos buscada para deleitarse en ella. Muchas veces decimos del mundo que es engañoso y vano; mas no se deja fácilmente, porque los apetitos sensuales nos dominan demasiado.

Sólo se ha de descansar en Dios sobre todas las cosas

Tú, Señor Dios mío, eres bueno sobre todo; tú sólo altísimo; tú sólo potentísimo; tú sólo suficientísimo y plenísimo; tú sólo suavísimo y agradable; tú sólo hermosísimo y amantísimo; tú sólo nobilísimo y gloriosísimo sobre todas las cosas, en quien están todos los bienes perfectamente juntos, estuvieron y estarán. Por eso es poco y no me satisface cualquier cosa que me das fuera de ti, o revelas o prometes de ti mismo, si no puedo verte ni poseerte cumplidamente; porque no puede mi corazón descansar verdaderamente ni contentarse del todo, si no descansa en ti, y no se eleva sobre todo lo criado. ¡Oh amantísimo esposo, mío Jesucristo, amador purísimo, Señor de todas las criaturas! ¿Quién me dará alas de verdadera libertad para volar y descansar en ti? Pero ahora muchas veces doy gemidos y sufro con dolor mi infelicidad; porque me acaecen muchos males en este valle de miserias los cuales me turban a menudo, me entristecen y ofuscan; muchas veces me impiden y distraen, me halagan y embarazan, porque no tenga libre la entrada a ti, y no goce de los suaves abrazos, que sin impedimento gozan los espíritus bienaventurados. Busquen otros lo que quisieren en lugar de ti, que a mí ninguno otra cosa me agrada sino tú, Dios mío, esperanza mía y salud eterna.

De la memoria de los innumerables beneficios de Dios

Todo lo que tenemos en el alma y en el cuerpo, y cuantas cosas poseemos en lo interior o en lo exterior, natural o sobrenaturalmente, son beneficios tuyos y te engrandecen a ti, como bienhechor piadoso y bueno, de quien recibimos todos los bienes. El que se tiene por más vil que todos y se juzga por más indigno, está más dispuesto para recibir mayores dones. Todas las cosas proceden de ti, y por eso en todo debes ser alabado.

ORACIÓN
Contra los malos pensamientos


Señor Dios mío, no te alejes de mí. Dios mío, cuida de ayudarme, que se han levantado contra mí varios pensamientos y grandes temores que afligen mi alma: ¿Cómo los pasaré sin daño? ¿Cómo los desecharé?

Yo iré, dice Dios, delante de ti, y humillaré los poderosos de la tierra. Abriré las puertas de la cárcel y te revelaré los secretos de las cosas escondidas.
Hazlo así, Señor, como lo dices, y huyan de tu presencia todos los malos pensamientos. Ésta es mi esperanza y singular consolación, acudir a ti en cualquier tribulación mía, confiar en ti, llamarte con todas mis entrañas, y esperar con paciencia tu consuelo.

ORACIÓN
Para iluminar el entendimiento


Alúmbrame, buen Jesús, con la claridad de tu luz interior, y quita de la morada de mi corazón todas las tinieblas. Refrena mis muchas distracciones, y destruye las tentaciones que me hacen violencia. Pelea fuertemente por mí, y ahuyenta las malas bestias, que son los apetitos halagüeños, para que se haga paz en tu virtud, y la abundancia de tu alabanza esté en el santuario, esto es, en la conciencia limpia. Manda a los vientos y a las tempestades, di al mar que sosiegue, y al aquilón que no sople, y todo se convertirá en gran bonanza.

Envía tu luz y tu verdad para que resplandezcan sobre la tierra, porque soy tierra vana y vacía hasta que tú me ilumines. Derrama de lo alto tu gracia; baña mi corazón con el rocío celestial; suministra las aguas de la devoción para regar la faz de la tierra, para que produzca fruto bueno y perfecto. Levanta el alma oprimida con el peso de sus pecados, y eleva todo mi deseo a las cosas del cielo; porque después de gustada la suavidad de la felicidad celestial, me desdeñe de pensar en las cosas de la tierra.
Apártame y líbrame de toda transitoria consolación de las criaturas; porque ninguna cosa creada basta para aquietar y consolar cumplidamente mi deseo. Úneme a ti con el inseparable vínculo del amor, porque sólo tú bastas para el que te ama, y sin ti todas las cosas son despreciables.

En qué consiste la paz firme del corazón, y el verdadero aprovechamiento

No creas que has hallado la verdadera paz porque no sintieres alguna pesadumbre, ni que ya todo sea bueno si no tienes ningún adversario; ni está la perfección en que todo te suceda según tú quieres. ¿Pues en qué, Señor? En ofrecerte de todo corazón a la divina voluntad, no buscando tu propio interés, ni en lo pequeño ni en lo grande, ni en lo temporal ni en lo eterno; de manera que con ánimo igual des gracias a Dios en las cosas prósperas y adversas, pesándolo todo con justa balanza.

De la excelencia del ánima libre, la cual se merece más por la humilde oración que por la lectura

¡Oh Dios mío, dulzura inefable! conviérteme en amargura todo consuelo carnal que me aparta del amor de lo eterno, y me atrae a sí para perderme con sola la apariencia de algún bien que momentáneamente deleita. Dame fortaleza para resistir, paciencia para sufrir, constancia para perseverar. Dame por todas las consolaciones del mundo la suavísima unción de tu Espíritu.

ORACIÓN
Para pedir la purificación del corazón y la sabiduría celestial


Confírmame, Señor Dios, por la gracia del Espíritu Santo. dame virtud para fortalecer al hombre interior y desocupar mi corazón de toda inútil solicitud y congoja, para que no me lleven tras sí tan varios deseos por cualquier cosa ya vil, ya preciosa sino que las mire todas como transitorias; y a mí mismo, que pasaré con ellas. Porque no hay cosa que permanezca debajo del sol, adonde todo es vanidad y aflicción de espíritu. ¡Oh cuán sabio es el que así piensa!

Concédeme, Señor, la sabiduría celestial para que aprenda a buscarte y hallarte sobre todas las cosas, gustarte y amarte sobre todo, y entender todo lo demás como es, según la orden de tu sabiduría. Concédeme prudencia para desviarme del lisonjero y sufrir con paciencia al adversario; porque ésta es muy gran sabiduría, no moverse por todo viento de palabras, ni dar oídos a la sirena que perniciosamente halaga, porque así se prosigue con seguridad el camino comenzado.

Contra las lenguas de los maldicientes

No sea tu paz en la boca de los hombres, que si pensaren bien o mal de ti, no serás por eso diferente del que eres. El que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozará de mucha paz.

Cómo debemos rogar a Dios y bendecirle en el tiempo de la tribulación

Señor, ahora estoy atribulado y no le va bien a mi corazón; atorméntame mucho esta pasión. Y ahora entre estas congojas, ¿qué diré Señor? Que se haga tu voluntad. Yo bien merecido tengo ser atribulado y angustiado. Dame paciencia, Señor, también esta vez.

Cómo se ha de pedir el auxilio divino, y de la confianza de recobrar la gracia

Cobrado aliento después de la tempestad, esfuérzate con la luz de las misericordias mías; porque cerca estoy, dice el Señor, para reparar todo lo perdido, no sólo cumplida, mas abundante y colmadamente. ¿Adónde está tu fe? Está firme y persevera. No se turbe pues tu corazón, ni tema.

Cómo debe el hombre negarse a sí mismo y evitar toda codicia

Imprime en tu alma esta breve y perfectísima sentencia: Déjalo todo y lo hallarás todo.

De la inestabilidad del corazón, y cómo debemos dirigir nuestra intención final a Dios

No quieras creer en tu deseo, que el que ahora tienes, presto se te cambiará en otro. Mas sobre estas mudanzas el sabio no mira a lo que siente en sí, ni de qué parte sopla el viento de la mudanza; sino que toda la intención de su espíritu se encamine y ayude al debido y deseado fin.

El que ama a Dios gusta de él en todo y sobre todo

¡Dios mío, y todas las cosas! estando tú presente todo es alegría, y estando tú ausente todo es enojoso. Tú das la tranquilidad al corazón, y das gran paz y mucha alegría. ¡Oh luz perpetua, que excedes a toda luz creada! Envía desde lo alto tal resplandor, que penetre todo lo íntimo de mi corazón; purifica, alegra, clarifica y vivifica mi espíritu con todas sus potencias, para que se una contigo con júbilo de mi alma.

En esta vida no hay seguridad de carecer de tentaciones

Nunca estás seguro en esta vida; porque mientras vivieres siempre tienes necesidad de armas espirituales; entre enemigos andas, y a derecha e izquierda te combaten. Si buscas descanso en esta vida, ¿cómo hallarás después la eterna bienaventuranza? No procures mucho descanso, sino mucha paciencia. Estas cosas aprovechan para la virtud; estas cosas prueban al soldado nuevo de Cristo, éstas fabrican la corona celestial.

Contra los vanos juicios de los hombres

No temas los juicios humanos cuando la conciencia no te acusa. Muchos hablan demasiadamente, y por eso se les debe dar poco crédito; y satisfacer a todos no es posible. ¿Quién eres tú para que temas al hombre mortal? Hoy es, y mañana no parece. Teme a Dios y no te espantarán los hombres. ¿Qué puede contra ti el hombre con palabras o injurias? A sí mismo se daña más que a ti, y cualquiera que sea, no podrá huir el juicio de Dios.

De la total renunciación de sí mismo para alcanzar la libertad del corazón

Negándote de verdad sin volverte a ti, se te dará mayor gracia. Algunos se renuncian, pero con alguna excepción del todo en Dios, y por eso trabajan en mirar por sí. También algunos al principio le ofrecen todo, pero después, combatidos por la tentación, se vuelven a las cosas propias, y por eso no aprovechan en la virtud. Esfuérzate para esto, y esto desea, que puedas despojarte de todo propio amor.

Del buen régimen en las cosas exteriores, y del recurso a Dios en los peligros

Debes mirar con diligencia, que en cualquier lugar y en toda acción u ocupación exterior, estés interiormente libre y seas señor de ti mismo, y que todas las cosas tengas debajo de ti, y no estés sujeto a ninguna de ellas, porque seas señor de tus acciones, no siervo, ni esclavo y pases a gozar de la suerte y libertad de los hijos de Dios, los cuales ponen debajo de sí las cosas presentes; y contemplan las eternas; miran lo transitorio con el ojo izquierdo y con el derecho lo celestial. En cualquier cosa que te acaeciere entras luego a lo interior, como Moisés en el Tabernáculo para determinar sus dudas y dificultades, implorando con eficacia el socorro divino.

No tiene el hombre nada bueno en sí, ni tiene de qué alabarse

Nada soy, Señor, nada puedo, ninguna cosa tengo buena en mí; mas en todo desfallezco y voy siempre a la nada. Mas tú, Señor, eres siempre el mismo, y permaneces para siempre. Todas las cosas haces bien, justa y santamente. Mas yo, que soy más inclinado a caer que a aprovechar, no persevero siempre en un estado. Yo soy vanidad y nada delante de ti; hombre mudable y enfermo. ¿De qué pues me puedo gloriar, o por qué deseo ser estimado? Por cierto la vanagloria es una mala pestilencia y grandísima vanidad, porque nos aparta de la verdadera gloria y nos despoja de la gracia celestial. La gloria verdadera y la alegría santa consiste en gloriarse en ti y no en sí mismo. Tú eres mi gloria, tú la alegría de mi corazón. En ti me gloriaré y regocijaré todos los días. Busquen los hombres la gloria de entre sí mismos, yo buscaré la gloria que procede de sólo Dios.

Contra la ciencia vana del siglo

No te muevan los dichos agudos y limados de los hombres, porque no está el reino de Dios en palabras, sino en virtud. Nunca leas para mostrarte más letrado o sabio. Estudia en mortificar los vicios, porque más te aprovechará esto que el saber muchas cuestiones difíciles.

No se deben buscar las cosas exteriores

Te conviene ser ignorante en muchas cosas. Te conviene también hacerte sordo a muchas cosas y pensar más en lo que conviene para tu paz. ¡Oh Señor, a qué hemos llegado!, que lloramos los daños temporales, y por una pequeña ganancia trabajamos y corremos, y el daño espiritual se pasa en olvido, y apenas tarde vuelve a la memoria. Por lo que poco o nada vale, se mira mucho; mas lo que es muy necesario se pasa con descuido, porque todo hombre se deja llevar de lo exterior, y si presto no vuelve en sí, con gusto se está envuelto en ello.

No se debe creer a todos, y cómo fácilmente se resbala en las palabras

¡Cuántas veces no hallé fidelidad donde pensé que la había, y cuántas veces la hallé donde menos lo pensaba! Por eso es vana la esperanza en los hombres; mas la salud de los justos está en ti, mi Dios. Flacos somos e inconstantes, presto somos engañados y nos mudamos. ¿Qué hombre hay que se pueda guardar tan cauta y discretamente en todo, que alguna vez no caiga en algún engaño o perplejidad? Mas el que confía en ti, Señor, y te busca con corazón sencillo, no resbala tan de presto. Y si cayere en alguna tribulación, de cualquier manera que estuviere en ella enlazado, presto será librado por ti, o consolado, porque no desamparas tú al que en ti espera hasta el fin. ¡Oh cuán bien supo aquel alma santa que dijo: Mi alma está fija y fundada en Cristo!. ¿Quién puede prevenirlo todo? ¿Quién basta para guardarse de los males venideros? ¿Por qué creí tan de ligero a los otros? ¿A quién creeré, Señor, a quién sino a ti? Verdad eres, que no engañas ni puedes ser engañado. Mas todo hombre es mentiroso, enfermo, mudable y resbaladizo, especialmente en las palabras; de modo que apenas se debe creer luego lo que parece verdadero a primera vista. Díceme uno: Mira que seas cauto; guarda en secreto esto que te digo. Y mientras yo callo, y creo que está secreto, el mismo que me lo encomendó no pudo callar; sino que luego se descubrió a sí y a mí y se fue. Defiéndeme, Señor, de estos hombres habladores e indiscretos, para que no caiga en sus manos, ni yo cometa semejantes cosas. ¡Oh cuán bueno y de cuánta paz es callar de otros, y no creer fácilmente todas las cosas, ni hablarlas de ligero después; descubrirse a pocos, buscarte siempre a ti, Señor, que miras al corazón, y no dejarse llevar por cualquier viento de palabras, sino desear que todas las cosas interiores y exteriores se cumplan según el beneplácito de tu voluntad!

De la confianza que se debe tener en Dios cuando nos dicen injurias

¿Qué cosa son las palabras sino palabras? Por el aire vuelan, pero no hieren la piedra. Si estás culpado, determina de enmendarte; si no hallas en ti culpa, ten por bien sufrir por Dios. Muy poco es que sufras siquiera palabras algunas veces, pues aún no puedes sufrir fuertes azotes. ¿Y por qué tan pequeñas cosas te pesan el corazón, sino porque aún eres carnal, y miras a los hombres más de lo que conviene? Considérate mejor, y conocerás que aún vive en ti el amor del mundo y el deseo vano de agradar a los hombres. Si se dijese contra ti todo cuanto pudiese fingir la más refinada malicia, ¿qué te dañaría si del todo lo dejases pasar, y no lo estimases en una paja? ¿Te podría por ventura arrancar un solo cabello? Señor Dios, justo juez, fuerte y paciente, que conoces la flaqueza y maldad de los hombres, sé tú mi fortaleza y toda mi confianza, porque no me basta mi conciencia. Tú sabes lo que yo no sé, y por eso me debo humillar en cualquier reprensión, y sufrirla con mansedumbre. Perdóname también, Señor, piadosamente por todas las veces que no lo hice así.

Todas las cosas graves se deben sufrir por la vida eterna

Espera un poquito y verás cuán presto se pasan los males. Vendrá una hora en que cesará todo trabajo y confusión. Poco y breve es todo lo que pasa con el tiempo. Esfuérzate, pues, como lo haces. Escribe, lee, canta, suspira, calla, ora, sufre varonilmente lo adverso; la vida eterna digna es de éstas y de otras mayores peleas. ¡Oh si vieses las coronas eternas de los santos en el cielo, y de cuánta gloria gozan ahora los que eran en este mundo despreciados y tenidos casi por indignos de vivir! Por cierto luego te humillarías hasta la tierra, y desearías más estar sujeto a todos que mandar a uno, y no codiciarías los días alegres de esta vida, sino antes te gozarías de ser atribulado por Dios, y tendrías por grandísima ganancia ser tenido por nada entre los hombres.

Del día de la eternidad, y de las angustias de esta vida

¡Oh día clarísimo de la eternidad, que no le obscurece la noche, sino que siempre lo ilumina la suma Verdad; día siempre alegre, siempre seguro y siempre sin mudanza! ¡Oh si ya amaneciese este día y se acabasen todas estas cosas temporales! Resplandece por cierto para los santos con una perpetua claridad; mas no así a los que están en esta peregrinación, sino de lejos y como por espejo. Los ciudadanos del cielo saben cuán alegre será aquel día; los desterrados hijos de Eva gimen de ver cuán amargo y enojoso será éste de acá. Los días de este tiempo son pocos y malos, llenos de dolores y angustias, donde se mancha el hombre con muchos pecados, se enreda en muchas pasiones, es oprimido de muchos temores, agravado con muchos cuidados, distraído con muchas curiosidades, envuelto en muchas vanidades, confundido en muchos errores, quebrantado en muchos trabajos, acosado de tentaciones, enflaquecido con los deleites, atormentado de pobreza. ¡Oh cuándo se acabarán todos estos trabajos! ¡Cuándo estaré libre de la miserable servidumbre de los vicios! ¡Cuándo estaré sin todo impedimento en la verdadera libertad, sin ninguna pesadumbre de alma y cuerpo! ¡Cuándo tendré paz firme, paz sin perturbación y segura, paz de dentro y de fuera, paz estable de todas partes! ¡Oh buen Jesús, cuándo estaré para verte! Consuela mi destierro, mitiga mi dolor, porque a ti suspira todo mi deseo. Todo consuelo que ofrece el mundo me parece muy pesada carga.

Del deseo de la vida eterna, y cuántos bienes están prometidos a los que pelean

Ya querrías tú estar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios; ya te deleita la morada eterna y la patria celestial llena de gozo; mas aún no ha llegado esa hora, aún es otro tiempo; conviene a saber, tiempo de guerra, tiempo de trabajo y de prueba. Deseas ser lleno del sumo Bien; mas no lo puedes alcanzar ahora. Has de ser probado aún en la tierra, y ejercitado en muchas cosas. Algunas veces serás algún tanto consolado. Conviene que te vistas del hombre nuevo y que seas mudado en otro hombre. Conviénete hacer muchas veces lo que no quieres y dejar lo que quieres. Más considera, el fruto de estos trabajos, el fin cercano y el muy grande galardón, y no te serán graves, sino más bien de una gran consolación que esfuerce tu paciencia; porque también por esta poca voluntad propia que ahora dejas de grado, poseerás, para siempre tu voluntad en el cielo. Allí ninguno te resistirá, ninguno se quejará de ti, ninguno te impedirá ni contradecirá; mas todas las cosas deseadas tendrás presentes juntamente, y saciarán todo tu afecto, y lo colmarán cumplidamente. Busque cada uno lo que quisiere; gloríese éste en esto y aquél en lo otro, y sea alabado mil millares de veces; mas tú ni en esto ni en aquello. Una cosa debes desear, que tanto en vida como en muerte sea Dios siempre glorificado en ti.

Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado

Alégrese tu siervo en ti, no en sí, ni en otro alguno. ¿Qué tiene tu siervo, sino lo que recibió de ti aún sin merecerlo? Tuyo es todo lo que me has dado y hecho conmigo. Si me das paz, si derramas en mí tu santo gozo, estará el alma de tu siervo llena de alegría y devota para alabarte. No hay quien me consuele debajo del cielo sino tú, Señor Dios mío, médico celestial de las almas, que hieres y sanas, pones en graves tormentos y libras de ellos. Todas mis cosas y a mí te encomiendo, para que me corrijas; mejor es aquí ser corregido que en la vida futura.

Debemos ocuparnos en cosas humildes, cuando faltan las fuerzas para las altas

No puedes estar siempre en fervoroso deseo de las virtudes, ni perseverar en el más alto grado de la contemplación. Entonces conviene que te ocupes en obras humildes y exteriores, consolándote con hacer buenos actos. No son comparables los trabajos de este tiempo con la gloria futura que se manifestará en nosotros.

No se estime el hombre por digno de consuelo, sino de castigos

¡Oh Señor! ¿qué he hecho yo para que tú me dieses alguna consolación celestial? Yo no me acuerdo haber hecho algún bien; sino que he sido siempre inclinado a vicios y muy perezoso para enmendarme. ¿Qué he merecido por mis pecados, sino el infierno y el fuego eterno? Conozco en verdad que soy digno de todo escarnio y menosprecio. Pequé, Señor, pequé, ten misericordia de mí, perdóname. ¿Qué es lo que pides principalmente al culpable y miserable pecador, sino que se convierta y se humille por sus pecados? De la verdadera contrición y humildad de corazón nace la esperanza del perdón, se reconcilia la conciencia turbada, repárase la gracia perdida, se defiende el hombre de la ira venidera, y se juntan en santa paz Dios y el alma contrita. Señor, el humilde arrepentimiento de los pecados es para ti sacrificio aceptable, que huele más suavemente en tu presencia que el incienso. Éste es también el ungüento agradable que tú quisiste que se derramase sobre tus sagrados pies, porque nunca desechaste el corazón contrito y humillado.

La gracia de Dios no se mezcla con los que gustan de las cosas terrenas

Busca lugar secreto para ti, huélgate de morar a solas contigo, no busques la conversación de ninguno, antes bien ora devotamente a Dios. Si deseas subir a esta cumbre, conviene comenzar varonilmente, para que arranques y destruyas la desordenada inclinación que ocultamente tienes a ti mismo y a todo bien propio y material.

De los diversos movimientos de la naturaleza y de la gracia

La naturaleza trabaja por su interés y atiende a la ganancia que le puede venir de otro; la gracia no considera lo que es útil y provechoso a sí, sino lo que aprovecha a muchos. La naturaleza recibe de buena gana la honra y la reverencia; la gracia fielmente atribuye sólo a Dios toda honra y gloria. La naturaleza teme la confusión y el desprecio, mas la gracia alégrase en sufrir injurias por el nombre de Jesús. La naturaleza ama el ocio y la quietud corporal; mas la gracia no puede estar ociosa, antes abraza de buena voluntad el trabajo. La naturaleza mira lo temporal, gózase de las ganancias terrenas, entristécese del daño y enójase de una palabra injuriosa; mas la gracia mira las cosas eternas, no está apegada a lo temporal ni se turba cuando lo pierde, ni se aceda con las palabras ásperas; porque puso su tesoro y gozo en el cielo, donde ninguna cosa perece. La naturaleza es codiciosa, y de mejor gana toma que da, y ama las cosas propias y particulares, mas la gracia es piadosa y común para todos, desdeña la singularidad, conténtase con lo poco y tiene por mayor felicidad el dar que recibir. La naturaleza nos inclina a las criaturas, a la propia carne, a las vanidades y a las distracciones; mas la gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia a las criaturas, huye del mundo, aborrece los deseos de la carne. La naturaleza cuanto hace es por su propia comodidad y ganancia, no puede hacer cosa de balde, sino que espera alcanzar otro tanto o más alabanza o favor por el bien que ha hecho, y desea que sean sus obras y sus dádivas muy estimadas; mas la gracia ninguna cosa temporal busca, ni quiere otro premio sino sólo a Dios, y de lo temporal no quiere más que cuanto basta para conseguir lo eterno. La naturaleza se alegra de los muchos amigos y allegados, gloríase de la nobleza del lugar y del linaje, lisonjea a los poderosos, halaga a los ricos y regocija a sus iguales; la gracia aún a los enemigos ama, y no blasona por los muchos amigos, ni estima el lugar ni el linaje donde viene, si no hay en ello mayor virtud; más favorece al pobre que al rico, tiene mayor compasión del inocente que del poderoso, alégrase con el veraz y no con el mentiroso. La naturaleza desea saber y oír novedades y secretos, y quiere mostrarse exteriormente y experimentar muchas cosas con los sentidos; desea ser conocida y hacer cosas de donde le proceda la alabanza y fama. Mas la gracia no cuida de entender cosas nuevas ni curiosas, porque todo esto nace de la corrupción antigua, porque no hay cosa nueva ni durable sobre la tierra. Enseña a recoger los sentidos, a evitar la ostentación y pompa vana, a esconder humildemente las cosas maravillosas y dignas de alabar, y buscar de todas las cosas y de toda ciencia fruto provechoso, alabanza y honra de Dios. No quiere que ella ni sus cosas sean pregonadas; mas desea que Dios sea glorificado en sus dones, que los da todos por puro amor. Esta gracia es una luz sobrenatural, y un singularísimo don de Dios, y propiamente una señal de los escogidos, y prenda de la salvación eterna, que levanta al hombre de lo terreno a amar lo celestial, y de carnal lo hace espiritual. Así, que, cuanto más apremiada y vencida es la naturaleza, tanto le es infundida mayor gracia, y cada día es reformado el hombre interior según la imagen de Dios con nuevas visitaciones.

De la corrupción de la naturaleza y de la eficacia de la gracia

Menester es tu gracia, y muy gran gracia, para vencer la naturaleza, inclinada siempre a lo malo desde su juventud. Porque caída por el primer hombre Adán, y corrompida por el pecado, desciende en todos los hombres la pena de esta mancha. De aquí es, que el querer lo bueno está en mí, mas no hallo poder para cumplirlo. De aquí procede, que propongo muchas veces hacer muchas obras buenas, mas como falta la gracia para ayudar a mi flaqueza, con poca contradicción vuelvo atrás y desfallezco. ¡Oh Señor, cuán necesaria me es tu gracia para comenzar el bien, para aprovechar en él y perfeccionarlo! Porque los dones naturales son comunes a los buenos y a los malos, mas la gracia y la caridad es el don propio de los escogidos.

Que debemos negarnos a nosotros mismos, y seguir a Cristo por la Cruz

Señor Jesús, pues que tu camino es estrecho y despreciado en el mundo, concédeme imitarte en el desprecio del mundo, que no es mayor el siervo que su señor, ni el discípulo que el maestro. Ejercítese tu siervo en tu vida, que en ella está mi salud y la santidad verdadera. Pues sabes todo esto, y lo has leído, si lo hicieres serás bienaventurado. Señor Jesús, como lo dijiste y prometiste, así dame tu gracia para que lo merezca. Recibí de tu mano la cruz, la llevaré, y la llevaré hasta la muerte. Ea, hermanos, vamos juntos; Jesús será con nosotros. Por Jesús hemos tomado esta cruz, por Jesús perseveremos en la Cruz. Jesús que es nuestro capitán y adalid, será nuestro ayudador. Mirad que nuestro Rey va delante de nosotros, que peleará por nosotros. Sigámosle varonilmente, ninguno tenga miedo a los terrores; estemos preparados a morir con valor en la batalla, y no pongamos un borrón a nuestra gloria huyendo de la cruz.

No debe acobardarse demasiado el que cae en algunas faltas

Si te tocare la tribulación, a lo menos no te derribe, ni te embarace mucho tiempo. Sufre a lo menos con paciencia si no puedes con alegría. Y si oyes algo contra razón, y sientes alguna indignación, refrénate, y no dejes salir de tu boca alguna palabra desordenada que escandalice a los débiles. Sosiega tu alma y apercíbete para trances mayores. Aunque te veas muchas veces atribulado, o gravemente tentado, no está todo perdido. Dios mío, acuérdate de mí, y guíame por camino derecho.

No se deben escudriñar las cosas altas, y los ocultos juicios de Dios

Guárdate de disputar de cosas altas y de los secretos juicios de Dios. Por qué uno es desamparado y otro tiene, por qué está uno muy afligido y otro tan altamente ensalzado. ¡Ay de aquéllos que se desdeñan de humillarse de voluntad con los niños; porque la humilde puerta del reino celestial no les dejará entrar! ¡Ay también de los ricos que tienen aquí sus consuelos, porque cuando entraren los pobres en el reino de Dios quedarán ellos fuera llorando! Gozaos, humildes, y alegraos, pobres, que vuestro es el reino de Dios, si andáis en verdad.

Toda la esperanza y confianza se debe poner en sólo Dios

Señor, ¿qué confianza tengo yo en esta vida? ¿O cuál es mi mayor contento de cuantos hay debajo del cielo, sino tú, Señor, mi Dios, cuyas misericordias no tienen número? ¿Adónde me fue bien sin ti? ¿O cuándo me pudo ir mal estando tú presente? Más quiero ser pobre por ti, que rico sin ti. Donde tú estás allí es el cielo, y donde no estás allí es la muerte y el infierno. En fin, yo no puedo confiar cumplidamente en alguno que me ayude con más oportunidad en las necesidades, sino en ti solo, Dios mío. Tú eres mi esperanza y mi confianza, tú mi consolador, y muy fiel en todas las cosas. Todos buscan sus intereses, tú buscas solamente mi salud y mi aprovechamiento. Aunque algunas veces me expongas a diversas tentaciones y adversidades, todo lo ordenas para mi provecho, porque sueles de mil modos probar a tus escogidos. No menos debes ser amado y alabado cuando me pruebas, que si me colmases de consolaciones celestiales. En ti, pues, Señor Dios, pongo yo toda mi esperanza y mi refugio. Porque no me aprovecharán los muchos amigos, ni me podrán ayudar los defensores valientes, ni los consejeros discretos me darán respuesta provechosa, ni los libros de los doctos me podrán consolar, ni algún lugar retirado y seguro defender, si tú mismo no estás presente, y me ayudas, me esfuerzas, consuelas, enseñas y guardas. Defiende y conserva el alma de éste tu pequeño esclavo, entre tantos peligros de esta vida corruptible; y acompañándola tu gracia, guíala por la carrera de la paz a la patria de la perpetua claridad. Amén.


LIBRO CUARTO
Amonestaciones para recibir la sagrada Comunión del cuerpo de Jesucristo nuestro Señor


Con cuánta reverencia se ha de recibir a Cristo nuestro Señor

Me mandas que me llegue a ti con buena confianza si quisiere tener parte contigo, y que reciba el manjar de la inmortalidad si deseo alcanzar vida y gloria. Tú, Señor, dices: Venid a mí todos los que trabajáis y estáis cargados, y yo os recrearé. ¡Oh dulce y amigable palabra en la oreja del pecador, que tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu sacratísimo cuerpo! Mas ¿quién soy yo, Señor, que presuma llegar a ti? Veo, Señor, que en los cielos de los cielos no cabes, ¡y tú dices: Venid a mí todos! ¿Cómo osaré ir, que no me conozco cosa buena? Los ángeles y arcángeles tiemblan, los santos y justos temen, ¡y tú dices: Venid a mí todos! Si tú, Señor, no dijeses esto, ¿quién osaría creerlo? Y si tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a ti? Veo que Noé, varón justo, trabajó cien años en fabricar un arca para guarecerse con pocos; pues ¿cómo podré yo en una hora aparejarme para recibir con reverencia al que fabricó el mundo? Moisés, tu gran siervo y tu amigo especial, hizo el arca de madera incorruptible, y la guarneció de oro muy puro para poner en ella las tablas de la ley; y yo, criatura podrida, ¿osaré recibir tan fácilmente a ti, hacedor de la ley y dador de la vida? Salomón, que fue el más sabio de los reyes de Israel, en siete años edificó a loor de tu nombre un magnífico templo y celebró ocho días las fiesta de su dedicación, y ofreció mil sacrificios pacíficos, y asentó con muchas solemnidad el arca del Testamento, con trompas y regocijos, en el lugar que estaba aparejado; y yo, miserable, el más pobre de los hombres, ¿cómo te meteré en mi casa, que dificultosamente gasto con devoción una hora? Y aun pluguiese a ti, Dios mío, que alguna vez fuese media. ¡Oh Dios mío y cuánto estudiaron aquéllos por agradarte! Y ¡ay de mí, cuán poquito es lo que yo hago, cuán poco tiempo gasto en aparejarme para la comunión! Pocas veces estoy del todo recogido, y muy menos de toda distracción alimpiado. Por cierto, en la presencia saludable de tu deidad no me debería ocurrir pensamiento alguno superfluo, ni me habría de ocupar criatura alguna; porque no voy a recibir en mi aposento algún ángel, mas al Señor de los ángeles. ¡Cuánta reverencia y devoción debo yo tener y todo el pueblo cristiano en presencia del sacramento, en la comunión del excelentísimo cuerpo de Cristo! Muchos corren a diversos lugares por visitar reliquias de santos, y maravíllanse de oír sus milagros; miran los grandes edificios de los templos, besan los sagrados huesos guardados en oro y seda, ¡y estás tú aquí presente delante de mí en el altar, Dios mío, Santo de los santos, criador de todas las cosas, Señor de los ángeles, y aún no te miro con devoción! Mas aquí, en el sacramento del altar, enteramente estás tú presente, Señor mío, Dios hombre, Jesucristo, en el cual sacramento se recibe copioso fruto de eterna salud todas las veces que te recibieren digna y devotamente. Y a esto no nos trae alguna liviandad, o curiosidad, ni sensualidad, mas la firme fe, esperanza devota y pura caridad. Esto en verdad excede todo entendimiento. Esto especialmente atrae los corazones devotos y enciende los afectos. Y los mismos verdaderos fieles tuyos, que toda su vida ordenan para enmendarse, de este sacramento dignísimo reciben continuamente grandísima gracia de devoción y amor de virtud. ¡Oh admirable gracia, escondida en este sacramento, la cual conocen solamente los fieles cristianos, mas los infieles y los que en pecados están no la pueden gustar! En este sacramento se da gracia especial, y se repara en el ánima la virtud perdida, y se torna la hermosura afeada por el pecado. Y tanta es algunas veces esta gracia, que del cumplimiento de la devoción que se da, no sólo el ánima, mas aun el cuerpo flaco siente haber recibido fuerzas mayores. Por eso es muy mucho de llorar nuestra tibieza y negligencia, que no vamos con vivo fervor a recibir a Cristo, en el cual consiste toda la esperanza y el mérito de los que se han de salvar. Porque él es nuestra santificación y redención, él es la consolación de los que caminan y eterno gozo de los santos. Así que mucho es de llorar el descuido que muchos tienen en este tan salutífero sacramento, que alegra el cielo y conserva el universo mundo. Por cierto, si este sacratísimo sacramento se celebrase en un solo lugar, y se consagrase por un solo sacerdote en el mundo, maravilla sería con cuánta afición irían los hombres a aquel lugar y a ver a aquel sacerdote de Dios, para oírlo celebrar los divinos misterios. Mas ahora hay muchos sacerdotes, y ofrécese Cristo en muchos lugares, para que tanto se muestre mayor la gracia y amor de Dios al hombre cuanto la sagrada comunión es más liberalmente extendida por el mundo. Gracias se hagan a ti, buen Jesús, pastor eterno, que tuviste por bien de recrear a nosotros, pobres y desterrados, con tu precioso cuerpo y sangre.

Que se da al hombre en el Sacramento la gran bondad y caridad de Dios

¡Oh dulcísimo y benignísimo Jesús, cuánta reverencia y gracia con perpetua alabanza te son debidas por la comunión de tu sacratísimo cuerpo, cuya dignidad ninguno se halla que la pueda explicar! Mas querría saber: ¿qué pensaré en esta comunión, cuando me quiero llegar a ti, Señor, pues no te puedo honrar debidamente, y deseo recibirte con devoción? ¿Qué cosa mejor y más saludable pensaré, sino humillarme del todo ante ti y ensalzar tu infinita bondad sobre mí? Despréciome y sujétome a ti en el abismo de mi vileza. Tú eres el Santo de los santos, y yo el más vil de los pecadores, e inclínaste a mí, que no soy digno de alzar los ojos a ti. ¡Oh cuán saludable fue tu consejo cuando ordenaste este altísimo sacramento! ¡Cuán suave y alegre convite cuando a ti mismo te diste en manjar! ¡Oh cuán admirable es tu obra, Señor, cuán poderosa tu virtud, cuán inefable tu verdad! Por cierto, tú dijiste, y fue hecho todo el mundo; así esto es hecho porque tú mismo lo mandaste. Maravillosa cosa y digna de creer, y que vence todo humano entendimiento, que tú, Señor Dios mío, verdadero Dios y hombre, eres contenido enteramente debajo de la especie de aquel poco de pan y vino, y sin detrimento eres comido por el que te recibe. Tú, Señor de todos, que no tienes necesidad de alguno, quisístete morar en nosotros por éste tu sacramento. Conserva mi corazón sin mácula, porque pueda muchas veces con limpia y alegre conciencia celebrar tus misterios y recibirlos para mi perpetua salud, los cuales ordenaste y estableciste, Señor, principalmente para honra tuya y memoria continua de tu pasión.

Que es cosa provechosa comulgar muchas veces

Necesario es a mí, por cierto, que tanto trabajo, y tantas veces peco, y tan presto me hago torpe y desmayo, que por muchas oraciones, y confesiones, y por la sagrada comunión me renueve, y me alimpie y me encienda. Así que la santa comunión retrae del mal y conforta en lo bueno. Y si comulgando y celebrando soy tan negligente y tibio, ¿qué haría si no tomase tal medicina y si no buscase remedio tan grande?

Que se otorgan muchos bienes a los que devotamente comulgan

Este altísimo y dignísimo sacramento es salud del ánima y del cuerpo, y medicina de toda enfermedad espiritual; con él se curan mis vicios, refrénanse mis pasiones, las tentaciones se vencen y disminuyen, dase mayor gracia, la virtud comenzada crece, confírmase la fe, esfuérzase la esperanza, enciéndese la caridad y extiéndese. De verdad, Señor, muchos bienes has dado y siempre das en este dulcísimo sacramento a los que te aman, cuando te reciben. ¿Quién llega con humildad a la fuente de la suavidad que no traiga algo de la suavidad? ¿O quién está cerca de algún gran fuego que no reciba algún calor?

De la dignidad del sacramento y del estado sacerdotal

Grande es este misterio, y grande la dignidad de los sacerdotes, a los cuales es dado lo que no es concedido a los ángeles: que sólo los sacerdotes ordenados en la Iglesia derechamente tienen poder de celebrar y consagrar el cuerpo de Jesucristo, y el sacerdote es ministro de Dios, y usa de palabras de Dios por el mandamiento y ordenación de Dios; mas Dios es allí el principal autor y obrador invisible, al cual está sujeta cualquier cosa que quisiere, y le obedece a todo lo que mandare. Y así, más debes creer a Dios todopoderoso en este excelentísimo sacramento que a tu propio sentido o alguna señal visible. Y por eso, con temor y gran reverencia debe el hombre llegar a este sacramento. Mira, pues, sacerdote, qué oficio te han encomendado por mano del obispo; mira cómo eres ordenado y consagrado para celebrar. Mira ahora que muy fielmente y con devoción ofrezcas a Dios el sacrificio en su tiempo y te conserves sin reprensión. Mira que no has aliviado tu carga, mas con mayor y más estrecha caridad estás atado y a mayor perfección estás obligado. El sacerdote vestido de las sagradas vestiduras tiene lugar de Cristo para rogar humilde y devotamente a Dios por sí y por todo el pueblo. Cuando el sacerdote celebra, honra a Dios y alegra a los ángeles, edifica a la Iglesia, ayuda a los vivos y da reposo a los difuntos y hácese particionero de todos los bienes.

De la examinación de la conciencia y del propósito de la enmienda

Examina tu conciencia con diligencia y, según tu poder, descúbrela y aclárala con verdadera contrición y humilde confesión de tus pecados, de manera que no te quede cosa grave, o te remuerda e impida de llegar libremente al sacramento. Ten aborrecimiento de todos tus pecados en general, y por los delitos que cada día cometes, duélete y gime más particularmente. Y si hay disposición, confiesa a Dios todas tus miserias en lo secreto de tu corazón. Gime y duélete que aún eres tan carnal y mundano, tan vivo en las pasiones, tan lleno de movimientos de concupiscencias, tan mal guardado en los sentidos exteriores, tan revuelto en vanas fantasías, tan inclinado a las cosas exteriores y negligente a las interiores, tan ligero a la risa y al desorden, tan duro para llorar y arrepentirte, tan aparejado a flojedades y regalos de la carne, tan perezoso al rigor y al fervor, tan curioso a oír nuevas y a ver cosas hermosas, tan remiso en abrazar las cosas bajas y despreciadas, tan codicioso en tener muchas cosas, tan encogido en dar y avariento en retener, indiscreto en hablar, mal sufrido en callar, descompuesto en las costumbres, importuno en las obras, tan desordenado en el comer, tan sordo a la palabra de Dios, presto para holgar, tardío para trabajar, despierto para consejuelas, tan dormilón para las sagradas vigilias, muy apresurado para acabarlas, muy derramado, sin atención y negligente en decir las horas, muy tibio en celebrar, seco y sin lágrimas en comulgar, muy presto distraído, muy tarde o nunca bien recogido, muy de presto conmovido a ira, aparejado para dar enojos, muy presto para juzgar, riguroso a reprender, muy alegre en lo próspero y muy caído en lo adverso, proponiendo de continuo grandes cosas y nunca poniéndolas en efecto. Confesados y llorados estos y otros defectos tuyos con dolor y descontento de tu propia flaqueza, propón firmísimamente de enmendar tu vida y mejorarla de continuo. Que no hay ofrenda más digna ni mayor sacrificio para quitar los pecados que en la misa y en la comunión ofrecerse a sí mismo pura y enteramente en el sacrificio del cuerpo de Cristo.

Que debemos ofrecernos a Dios con todas nuestras cosas y rogarle por todos

Señor, tuyo es todo lo que está en el cielo y en la tierra, y yo deseo ofrecerme a ti de mi voluntad y quedar tuyo para siempre. Señor, con sencillo corazón me ofrezco hoy a ti por siervo perpetuo en servicio y sacrificio de perpetuo loor. Señor, ofrézcote todos mis pecados y delitos, cuantos yo cometí delante de ti y de tus ángeles desde el día que comencé a pecar hasta hoy; todos los pongo sobre tu altar, para que tú, Señor, los enciendas todos juntamente, y los quemes con el fuego de tu caridad, y quites todas las mancillas de mis pecados, y alimpies mi conciencia de todo pecado, y me restituyas la gracia que yo perdí pecando, perdonándome plenariamente y levantándome por tu bondad al beso santo de la paz. También te ofrezco, Señor, todos mis bienes, aunque son muy pocos e imperfectos, para que tú los enmiendes y santifiques, y los hagas agradables a ti y aceptes. Y también te ofrezco todos los santos deseos de los devotos y todas las necesidades de mis padres y hermanos, amigos y parientes, y de todos mis conocidos, y de todos cuantos han hecho bien a mí y a otros por tu amor, y de todos los que desearon y pidieron que yo orase, o dijese misa por ellos y por todos los suyos, vivos o difuntos, porque todos sientan el favor de tu gracia y de tu consolación y defensión; y, librados de todo mal, sean muy alegres y te den por todo altísimas gracias. También te ofrezco estas oraciones y sacrificios agradables, especialmente por los que en algo me han dañado, enojado, o vituperado, y por todos los que yo alguna vez enojé, turbé, agravié y escandalicé por obra, o de palabra, por ignorancia, o a sabiendas. Porque tú, Señor, nos perdones a todos juntamente nuestros pecados y las ofensas que hacemos unos a otros. Aparta, Señor, de nuestros corazones toda sospecha, todo deseo de venganza, ira y contienda, y toda cosa que pueda estorbar la caridad y disminuir el amor del prójimo.

Que no se debe dejar ligeramente la sagrada comunión

Muy a menudo debes recurrir a la fuente de la gracia y de la divina misericordia, a la fuente de la bondad y de toda limpieza; porque puede ser curado de tus pasiones y vicios, y merezcas ser hecho más fuerte y más despierto contra todas las tentaciones y engaños del diablo. El enemigo, sabiendo el grandísimo fruto y remedio que está en la sagrada comunión, trabaja por todas las vías que él puede de estorbarla a los fieles y devotos cristianos; porque luego que algunos se disponen a la sagrada comunión, padecen peores tentaciones de Satanás, que antes; porque el espíritu maligno (según se escribe en Job) viene entre los hijos de Dios para turbarlos con su acostumbrada malicia, o para hacerlos muy temerosos y dudosos, porque así disminuya su afecto, o acosándolos les quita la confianza, para que, de esta manera, o dejen del todo la comunión, o lleguen a ella tibios y sin fervor. Mas no debemos curar de sus astucias y fantasías, por más torpes y espantosas que sean; mas quebrarlas todas en su cabeza y procurar de despreciar al desventurado y burlar de él; no se debe dejar la sagrada comunión por todas las malicias y turbaciones que levantare. No dejes la sagrada comunión por alguna pequeña tribulación o pesadumbre, mas confiésate luego y perdona de buena voluntad las ofensas que te han hecho; y si tú has ofendido a alguno, pídele perdón con humildad, y así Dios te perdonará.

Que el cuerpo de Jesucristo y la Sagrada Escritura son muy necesarios al ánima fiel

¡Oh dulcísimo Jesús, cuánta es la dulzura del ánima devota que come contigo en tu convite, en el cual no se da a comer otra cosa sino a ti, que eres único y solo amado suyo, muy deseado sobre todos los deseos de su corazón! Por cierto, Señor, en tu presencia y de tus santos ángeles todo mi corazón se debía encender y llorar de gozo, porque en este sacramento yo te tengo presente verdaderamente, aunque encubierto debajo de otra especie, porque no podrían mis ojos sufrir de mirarte en tu propia y divina claridad, ni todo el mundo podría sufrir el resplandor de la gloria de tu majestad. Y así, en esconderte en el sacramento has tenido respeto a mi flaqueza. Yo conozco que tengo grandísima necesidad en esta vida de dos cosas, sin las cuales no la podría sufrir, detenido en la cárcel de este cuerpo, que son mantenimiento y lumbre. Así que me diste como a enfermo tu sagrado Cuerpo para recreación del ánima y del cuerpo, y pusiste para guiar mis pasos una candela, que es tu palabra. Sin estas dos cosas yo no podría vivir bien, porque la palabra de tu boca luz es del ánima, y tu sacramento es pan de vida. También éstas se pueden decir dos mesas puestas en el sagrario de la santa Iglesia de una parte y de otra. La una mesa es el santo altar, donde está el pan santo, que es el cuerpo preciosísimo de Cristo; la otra es de la ley divina, que contiene la sagrada doctrina, y enseña la recta fe, y nos lleva firmemente hasta lo secreto del velo, donde está el Santo de los santos. ¡Oh cuán grande y venerable es el oficio de los sacerdotes! ¡Oh cuán limpias deben estar aquellas manos, cuán pura la boca, cuán santo el cuerpo, cuán sin mancilla el corazón del sacerdote! ¡Oh Dios todopoderoso!, ayúdenos tu gracia para que los que recibimos el oficio sacerdotal, podamos digna y devotamente servirte con buena conciencia en toda pureza. Y si no podemos conversar en tanta inocencia de vida como debemos, otórganos llorar dignamente los males que hemos hecho, porque podamos de aquí adelante servirte con mayor fervor en espíritu de humildad y propósito de buena voluntad.

Que el ánima devota con todo su corazón debe desear la unión de Cristo en el sacramento

¡Oh Señor, cuán suave es tu espíritu, que tienes por bien para mostrar tu dulzura de mantener tus hijos del pan suavísimo que desciende del cielo! Verdaderamente no hay otra nación tan grande que tenga sus dioses tan cerca de sí como tú, Dios nuestro, estás cerca de todos sus fieles, a los que te das para que te coman, y gocen con gozo continuo, y para que levanten su corazón al cielo. ¿Qué gente hay alguna tan nobilísima como el pueblo cristiano, o qué criatura hay debajo del cielo tan amada como el ánima devota, a la cual entra Dios a apacentar de su gloriosa carne? ¡Oh inexplicable gracia, oh maravillosa bondad, oh amor sin medida, dado singularmente al hombre!

Del encendido deseo de algunos devotos a la comunión del cuerpo de Cristo

Cuando me acuerdo de algunos devotos a tu sacramento que llegan a él con gran devoción y afecto, quedo muy confuso y avergonzado en mí, que llego tan tibio y tan frío a tu altar y a la mesa de la sagrada comunión, y me hallo tan seco y sin dulzura de corazón, y que no estoy enteramente encendido ante ti, Dios mío, ni soy llevado ni aficionado del vivo amor como fueron muchos devotos, los cuales, del gran deseo de la comunión y del amor que sentían en el corazón, no pudieron detener las lágrimas, mas con la boca del corazón y del cuerpo suspiraban con todas sus entrañas a ti, Dios mío, fuente viva, no pudiendo templar ni hartar su hambre de otra manera sino recibiendo tu cuerpo con toda alegría y deseo espiritual. ¡Oh verdadera y ardiente fe la de aquéstos, la cual es manifiesta prueba de tu sagrada presencia! Porque éstos verdaderamente conocen a su Señor en el partir del pan, pues su corazón arde en ellos tan vivamente, porque Jesús anda con ellos. Séme piadoso, buen Jesús, dulce y benigno. Otorga a este tu pobre mendigo (siquiera alguna vez) sentir en la sagrada comunión un poco de afección entrañable de tu amor, porque mi fe se haga más fuerte, y la esperanza en tu bondad crezca, y la caridad ya encendida perfectamente con la experiencia del maná celestial nunca desmaye ni cese.

Que la gracia de la devoción, con la humildad y propia renunciación se alcanza

Conviénete buscar con diligencia la gracia de la devoción, pedirla sin cesar, esperarla con paciencia y buena confianza, recibirla con alegría, guardarla humildemente, obrar diligentemente con ella y encomendar a Dios el tiempo y la manera de la soberana visitación hasta que venga. Dios da muchas veces en un momento lo que negó en largo tiempo. También da algunas veces en el fin de la oración lo que al comienzo dilató de dar. Pues cualquiera que levantare su intención a Dios con sencillo corazón y se despojare de todo amor o desamor desordenado de cualquiera cosa criada, estará muy dispuesto y digno a recibir la divina gracia y el don de la devoción. Porque nuestro Señor da su bendición donde halla vasos vacíos. Y cuanto más perfectamente alguno renunciare las cosas bajas y fuere más muerto a sí mismo por el propio desprecio, tanto más presto viene la gracia, y más copiosamente entra, y más alto levanta al corazón libre.

Del abrasado amor y de la grande afección de recibir a Cristo

¡Oh Dios mío, amor eterno, todo mi bien, bienaventuranza que no se acaba! Yo te deseo recibir con muy mayor deseo y muy más digna reverencia que ninguno de los santos jamás tuvo ni pudo sentir. Señor Dios mío, Criador mío, Redentor mío, con tal afecto, reverencia, y loor y honor, con tal agradecimiento, dignidad y amor, con tal fe, esperanza y puridad te deseo recibir hoy, como te recibió y deseó tu santísima Madre la gloriosa Virgen María, cuando el ángel que le dijo el misterio de la Encarnación, con humilde devoción respondió: He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra. Pues así, Señor, yo deseo ser inflamado de grandes y sacros deseos, y presentarme a ti de todo corazón.

Que no sea el hombre curioso escudriñador del sacramento, sino humilde imitador de Cristo, humillando su sentido a la sagrada fe

Mira que te guardes mucho del escudriñar inútil y curiosamente este profundísimo sacramento, si no quieres ser sumido en el abismo de las dudas. Más puede obrar Dios que el hombre entender; pero permitida es la piadosa y humilde pesquisa de la verdad, que está siempre aparejada a ser enseñada y estudia de andar pos las sanas sentencias de los Padres. Bienaventurada la simpleza que deja las cuestiones dificultosas y va por el camino llano y firme de los mandamientos de Dios. Algunos son gravemente tentados de la fe en el sacramento, y esto no se ha de imputar a ellos, sino al enemigo. Porque el demonio no tienta a los infieles y pecadores, porque ya los posee seguramente, mas tienta y atormenta en diversas maneras a los fieles y devotos. Pues anda con sencilla y cierta fe, y llega al sacramento con humilde reverencia, y lo que no puedes entender, encomiéndalo seguramente a Dios todopoderoso. Dios no te engaña. El que se cree a sí mismo demasiadamente, es engañado. Dios con los sencillos anda, y se descubre a los humildes, y da entendimiento a los pequeños; abre el sentido a los puros pensamientos y esconde la gracia a los curiosos y soberbios. Toda razón natural debe seguir a la fe, y no ir delante de ella ni quebrarla. Porque la fe y el amor aquí muestran mucho su excelencia, y obran secretamente en este santísimo y excelentísimo sacramento. Dios eterno e inmenso y de potencia infinita hace grandes cosas que no se pueden escudriñar en el cielo y en la tierra, y no hay que pesquisar de sus maravillosas obras. Si tales fuesen las obras de Dios que fácilmente por humana razón se pudiesen entender, no se dirían maravillosas ni inefables.


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