domingo, 23 de enero de 2022

El Mesías Prometido, Señor y Maestro. Dios con nosotros.


Breve comentario sobre la divinidad del Mesías Prometido.

DEUTORONOMIO 18, 15; 17-19
(Moisés dijo al pueblo de Israel) El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo; lo hará surgir de entre ustedes, de entre tus hermanos, y es a él a quien escucharán.
(El Señor dijo a Moisés en la montaña del Horeb) Suscitaré entre sus hermanos un profeta semejante a ti, pondré mis palabras en su boca, y él dirá todo lo que yo le ordene. Al que no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi Nombre, yo mismo le pediré cuenta.
REFLEXIÓN
Moisés le dio al pueblo de Israel la "Ley", por cuya obediencia se podía alcanzar la vida, pero él mismo anuncia que el Señor volverá a hablar a Su Pueblo.
Será el profeta Jeremías quién anunciará una Nueva Alianza de Dios con su pueblo elegido:
JEREMIAS 31, 31-34
Llegarán los días –oráculo del Señor– en que estableceré una nueva Alianza con la casa de Israel y la casa de Judá. No será como la Alianza que establecí con sus padres el día en que los tomé de la mano para hacerlos salir del país de Egipto, mi Alianza que ellos rompieron, aunque yo era su dueño –oráculo del Señor–. Esta es la Alianza que estableceré con la casa de Israel, después de aquellos días –oráculo del Señor–: pondré mi Ley dentro de ellos, y la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y ya no tendrán que enseñarse mutuamente, diciéndose el uno al otro: «Conozcan al Señor». Porque todos me conocerán, del más pequeño al más grande –oráculo del Señor–.

Y por tanto el pueblo de Dios esperaba al Mesías prometido, que como Moisés liberara al pueblo de Dios de la esclavitud.

El Señor dice del Mesías prometido que pronunciará Sus palabras, y al que no escuche las palabras que pronunciará se le pedirá cuenta. Por lo tanto el Mesías no hablará por si mismo, sino que hablará en nombre de Dios. Pero en esto hay distinción entre Moisés y el Mesías que vendrá, puesto que a Moisés el Señor le comunicaba lo que debía decir en la nube a la vista de toda la comunidad de Israel, por lo tanto no quedaban dudas que transmitía las palabras del Señor. Y Dios confirmaba esas palabras con grandes signos y prodigios a la vista de todos. Pero ese acontecimiento de la presencia visible del Señor sucedió únicamente durante la marcha del Pueblo de Dios a la tierra prometida y no fue comunicado a Moisés que nuevamente el Señor se manifestaría como lo hizo en aquella ocasión, por lo tanto, si el Mesías que ha de venir pronunciará palabras de Dios y el Señor no se las comunicará manifestando su gloria y los signos y prodigios que la confirmen como cuando Moisés hablaba en su Nombre, entonces el Mesías es Dios, y los signos y prodigios que confirman sus palabras proceden del dedo de Dios.

El profeta Isaías señalará esta condición divina del Mesías:

ISAIAS 30, 20
Cuando el Señor les haya dado el pan de la angustia y el agua de la aflicción, aquel que te instruye no se ocultará más, sino que verás a tu maestro con tus propios ojos.

ISAIAS 35, 3-5
Fortalezcan los brazos débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están desalentados: «¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios! Llega la venganza, la represalia de Dios: él mismo viene a salvarlos». Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos; entonces el tullido saltará como un ciervo y la lengua de los mudos gritará de júbilo.

ISAIAS 40, 3-5; 10-11
Una voz proclama: ¡Preparen en el desierto el camino del Señor, tracen en la estepa un sendero para nuestro Dios! ¡Que se rellenen todos los valles y se aplanen todas las montañas y colinas; que las quebradas se conviertan en llanuras y los terrenos escarpados, en planicies! Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán juntamente, porque ha hablado la boca del Señor. Ya llega el Señor con poder y su brazo le asegura el dominio: el premio de su victoria lo acompaña y su recompensa lo precede. Como un pastor, él apacienta su rebaño, lo reúne con su brazo; lleva sobre su pecho a los corderos y guía con cuidado a las que han dado a luz.

ISAIAS 63, 9
No intervino ni un emisario ni un mensajero: él mismo, en persona, los salvó; por su amor y su clemencia, él mismo los redimió.