domingo, 29 de mayo de 2022

Selección de Textos


Sabiduría 1, 1-2
Amen la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra, piensen rectamente acerca del Señor y búsquenlo con sencillez de corazón. Porque él se deja encontrar por los que no lo tientan, y se manifiesta a los que no desconfían de él.
Sabiduría 6, 17-18
El comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse, querer instruirse, es amarla; amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad.



Selección 1
Albert Einstein – “Mi visión del mundo”
Título original: Mein Weltbild
Albert Einstein, 1980

EDUCACION PARA UNA INDEPENDENCIA EN EL PENSAR

No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado. Debe aprender a comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad.

Estas cosas tan preciosas las logra el contacto personal entre la generación joven y los que enseñan, y no —al menos en lo fundamental— los libros de texto. Esto es lo que representa la cultura ante todo. Esto es lo que tengo presente cuando recomiendo Humanidades y no un conocimiento árido de la Historia y de la Filosofía.

Dar importancia excesiva y prematura al sistema competitivo y a la especialización en beneficio de la utilidad, segrega al espíritu de la vida cultural, y mata el germen del que depende la ciencia especializada.

Para que exista una educación válida es necesario que se desarrolle el pensamiento crítico e independiente de los jóvenes, un desarrollo puesto en peligro continuo por el exceso de materias (sistema puntual). Este exceso conduce necesariamente a la superficialidad y a la falta de cultura verdadera. La enseñanza debe ser tal que pueda recibirse como el mejor regalo y no como una amarga obligación.



Selección 2
Tertuliano y Cipriano - "TRATADO DE LA PACIENCIA"
Ed. Lumen.

DIFERENCIA ENTRE LA PACIENCIA PAGANA Y LA CRISTIANA

La paciencia cristiana es una norma, una ciencia, algo verdadero y celestial; absolutamente distinta de la pagana, que es terrena, falsa y afrentosa.

El diablo quiso copiar también en esto al Señor, enseñando a sus secuaces una paciencia del todo suya. Por la intensidad se parecen; pero difieren por su objeto: lo que tiene la una de fuerza para el mal, lo tiene la otra para el bien.

Hablaré ahora de la paciencia diabólica.

Ella hace que por una dote los maridos sean venales, o que por afán de dinero entreguen su esposa a la explotación. Esta es también la paciencia que hace tolerar a los presuntos herederos tantos trabajos vergonzosos, condenándolos a ofrecer afectos falsos y obsequios obligados. Es la misma que encadena los parásitos hambrientos a sufrir protectores injuriosos, esclavizando su libertad a su glotonería.

¡Tales son las cosas que aprendieron los paganos de su paciencia!

¡Lástima que un hombre tan excelso, lo rebajen con acciones tan torpes!

Porque la codicia los hace pacientes con sus esposas, con los ricos y con los poderosos; y tan sólo son impacientes con Dios.

Váyase tal paciencia a compartir con su jefe el fuego que lo espera. Por el contrario, nosotros honremos la paciencia de Dios y la de Cristo. Paguémosle con la nuestra, la que El gastó por nosotros. Y ya que creemos en la resurrección del espíritu y de la carne, ofrezcámosle la paciencia de nuestra alma y la de nuestro cuerpo.



Selección 3
Juan Pablo II - A LOS EDUCADORES REUNIDOS EN LA CATEDRAL DE TURÍN (4-9-1988)

(...) Considero privilegiado este encuentro con vosotros, queridos educadores comprometidos en el mundo de la escuela; los considero privilegiados porque realizáis una de las tareas más importantes y delicadas para el futuro de la Iglesia y de la sociedad.

A cien años de distancia, la Iglesia quiere volver a expresar el testimonio y la fuerza de la fe de Don Bosco en el valor de la educación como servicio urgente e improrrogable para superar el drama de la ruptura entre el Evangelio y la cultura.

La educación consiste, en efecto en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda 'ser' más y no sólo que pueda 'tener' más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que 'tiene', todo lo que 'posee', sepa 'ser' más plenamente hombre" (Alocución a la UNESCO, 2 de junio, 1980, n. 11; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de junio, 1980, pág. 12).

¡Si, estoy aquí para deciros que seáis cada vez más conscientes de la misión que os han confiado los padres en orden a la educación de sus hijos! Ellos han depositado su confianza en vosotros. La Iglesia, por otra parte, os considera como cooperadores suyos en la formación de los jóvenes y constructores de la dignidad de la persona.



Selección 4
Platón - "Diálogos"

APOLOGÍA DE SOCRATES

(Luego que un oráculo en Delfos señalara a Sócrates como el hombre más sabio de la época)
(...) Cuando tuve conocimiento de este oráculo me dije a mí mismo: «¿Qué significan las palabras del dios? ¿Cuál es su sentido oculto? Porque yo tengo la certeza de no ser sabio, ni mucho menos. ¿Qué ha querido decir al afirmar que soy el más sabio, teniendo en cuenta que sus palabras forzosamente han de ser verdaderas desde el momento en que le es imposible mentir?».

Fui al encuentro de uno de esos hombres tenidos por sabios, en la seguridad de que, de no ser él, nadie podría sacarme de dudas, y de que, una vez avisado podría decir al dios con seguridad: «He aquí uno que es más sabio que yo a pesar de haberme proclamado tú el más sabio». Examiné, pues, a fondo al hombre en cuestión —no hace falta nombrarle; era uno de nuestros hombres de estado—, y al probarle, al conversar con él, he aquí la impresión que me hizo, atenienses.

Me pareció que aquel gran personaje que a tantos y a él mismo parecía sabio no lo era en modo alguno y, convencido de ello traté de demostrarle que precisamente por creerse sabio no lo era. El resultado fue atraerme su enemistad y, además, la de varios de los que presenciaban la escena. Entonces me retiré diciéndome: «Sin duda alguna soy más sabio que él. Porque aunque en verdad pudiera suceder que ninguno de los dos supiésemos nada, él cree que sabe, bien que nada sepa en realidad; mientras que yo, si ciertamente no sé nada, tabién es cierto que estoy convencido de que no sé».



Selección 5
Tomás de Kempis - IMITACION DE CRISTO

Tres cosas hay, amado lector, que notablemente aprovechan al ánima que desea salvarse. Una es la palabra de Dios, otra es la continua oración, otra es recibir muchas veces el precioso cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.

Estas tres cosas leemos haber sido muy usadas en principio de la Iglesia cristiana; y por eso fue tan próspera en Dios, y así lo será en todo tiempo cualquier ánima que estas tres cosas usare, con las cuales se hará una tan fuerte andadura de ella con Dios, que ni demonio, ni carne, ni mundo sepan ni puedan romperla. Y si es razón que sea muy estimado aquello que nos ayuda a alcanzar una sola cosa de estas tres, pues cada una por sí es tan preciosa, ¿qué te parece en cuánta estima debemos tener lo que nos acarrea todas estas tres cosas?

Mucho ha hecho un predicador o un libro cuando ha hablado o inducido a cualquier cosa de éstas.



Selección 6
P. Luis Larrauri, Hno. Secundino Pérrez - LOS ASOMBROSOS FRUTOS DE UNA SENCILLA DEVOCION (La devoción de las Tres Avemarías)

LA NIETA QUE SALVÓ A SU ABUELO

En un lugar de Perigord (Francia), ejercía su profesión un médico, a quien nadie hacía referencia por su propio nombre, sino al que todos llamaban «el buen Doctor». Y en verdad merecía este título, porque era realmente bueno con todos, y, sobre todo, con los pobres. Sin embargo, el doctor no era un hombre religioso. No es que fuese descreído. No llegaba a tanto. Más bien era «indiferente».

Así, se daba el caso de que desde la fecha lejana de su matrimonio no se había preocupado de recibir los sacramentos...

Los muchos años y la excesiva actividad profesional desarrollada postraron al doctor en el lecho, con irreparable agotamiento. Toda esperanza de curación quedaba descartada.

¡Y «el buen Doctor» iba a morir en la impiedad!

Este pensamiento y temor torturaba el corazón de una nieta que le acompañaba en aquella ocasión. La niña era un ángel de dulzura y de piedad. Sentada junto al enfermo, lo entretenía y cuidaba. Y mientras descansaba el anciano, dirigía con lágrimas esta plegaria al cielo:

«Oh, Virgen buena. Vos que sois todo misericordia y todo lo podéis ante Jesús, moved a penitencia el corazón de mi abuelo!
»No permitáis, santa Madre de Dios, que muera sin auxilios espirituales.
»En vos, Madre mía, tengo puesta toda mi confianza».

Y tras de esa oración rezaba las TRES AVEMARIAS...

Una tarde, con el fin de distraer a su abuelo, la niña empezó a pasar revista al contenido de una gran cartera donde aquél había ido dejando recuerdos de pasados tiempos... Sus ojos se detuvieron en un sobre viejo, y exclamó:

—Una antigua carta, abuelo. ¿De quién será que la habéis conservado?...

El anciano respondió:
—Léela y haremos memoria.

Y la joven leyó:

«Mi querido ahijado: ¡Cuánto siento no poder abrazarte antes de que te marches a París!, pero me es imposible ir a verte. Estoy atada a la cama por mi reumatismo. Seguramente no volverás a ver aquí abajo a tu vieja madrina, y por esto te pido escuches mis consejos, que serán los últimos.
»Tú sabes que París ha sido siempre un abismo, y ante ese peligro tiemblo por ti. Sé un hombre fuerte, de buen temple, firme en la fe. Permanece fiel al Dios de tu bautismo, que has de ver en la eternidad... Yo te pongo bajo la protección de la Santísima Virgen María, y te recomiendo encarecidamente seas constante en la práctica de piedad que desde muy niño tuviste de rezar mañana y noche las TRES AVEMARIAS...
»Rogará por ti tu madrina, que te estrecha fuertemente sobre su corazón...»

La carta, que tenía fecha de hacía cuarenta y ocho años, produjo una honda emoción al doctor.

Rememoró los años despreocupados de su juventud, sus extravíos y ligerezas, su apartamiento de los actos de culto y el abandono de sus devociones.

Pensó también en sus tareas profesionales y en su vida familiar y se detuvo recordando a su bondadosa madrina, que murió a los pocos meses de escribir aquella carta. Ella le había enseñado a rezar las TRES AVEMARIAS en su infancia...

Sintió el doctor un vivo impulso de gratitud hacia esa mujer buena, cuyos buenos consejos no siguió. Y mirando tiernamente a la nieta, balbuceó:
—¡Por mi madrina!... Dios te salve, María...

Y rezó las tres Avemarías juntamente con la nieta, que, con íntimo gozo, sonreía y lloraba a la vez.

¡Estaba ganado para Dios «el buen Doctor»!...

—LLama al Padre —dijo el enfermo—, porque he de contarle estas cosas.

Acudió el sacerdote diligentemente, y el doctor hizo su confesión con singular fervor.

Al día siguiente empeoró alarmantemente y hubo que administrarle el Santo Viático... Con paso acelerado se aproximaba la muerte.

Sostuvo «el buen Doctor» con dificultad una mano de su nieta y, haciendo un gran esfuerzo, le dijo:

—Esto se acaba..., reza conmigo las tres Avemarías.

Al terminar la tercera expiró dulcemente.

(P. Didier de Cre. O. F. M. Cap. 28)

viernes, 27 de mayo de 2022

PROFECÍAS DE SANTOS Y MAS

Primera

San Malaquías y los últimos Papas


Se estima que estas profecías datan del siglo XII, y que fueron entregadas en mano por el mismo Malaquías al Papa Inocencio II, quién guardó el manuscrito en los archivos romanos, donde quedó hasta su descubrimiento en 1590.

El manuscrito consiste en una frase breve que identifica a cada Papa posterior a Inocencio II hasta el día del Juicio.

Estos son los últimos doce Papas:

101: "Crux de cruce" (Cruz de cruz). Pío IX (1846-1878). Durante su pontificado se proclamó en Roma la República, y las tropas italianas entraron en Roma, desmantelando el Estado Pontificio. Pio IX debió huir a Gaeta. Desde entonces su acción fue acompañada constantemente por la preocupación de salvar al Estado Pontificio.
102: "Lumen in caelo" (Luz en el cielo). León XIII (1878-1903). Se propuso como programa devolver a la Iglesia su antiguo brillo. Se comprometió en una obra de rescate del prestigio, la utoridad y la misión salvadora de la Iglesia.
103: "Ignis ardens" (Fuego Ardiente). Pío X (1903-1914). Tenía una generosa y cordial disponibilidad hacia todos.
104: "Religio depopulata" (Religión devastada). Benedicto XV (1914-1922). En este periodo sucede la Primera Guerra Mundial.
105: "Fides intrepida" (Fe intrépida). Pío XI (1922 –1939). Renovó la tradición de bendecir al pueblo romano y al mundo entero, desde el balcón de S. Pedro. Intransigente en el plano doctrinal, redactó memorables encíclicas. Favoreció el difundirse de la Acción Católica.
106: "Pastor angelicus" (Pastor angélico). Pío XII (1939-1958). Reconocido como un gran intelectual y defensor de la paz.
107: "Pastor et nauta" (Pastor y navegante). Juan XXIII (1958-1963), fue el Patriarca de Venecia, ciudad de navegantes.
108: "Flos florum" (Flor de las flores). Pablo VI (1963-1978). Su escudo contiene la flor de lis (la flor de las flores).
109: "De medietate lunae" (De la media luna). Juan Pablo I (1978). Albino Luciani (del italiano, luz blanca). Nació en la diócesis de Belluno (del latín ‘bella luna’). Fue elegido el 26 de agosto de 1978 y falleció un mes después, tras un eclipse de luna, el 28 de septiembre de 1978. Su nacimiento, su ordenación sacerdotal y episcopal ocurrieron en noches de media luna.
110: "De labore solis" (De la fatiga o trabajo del sol). Juan Pablo II (1978-2005). Fue el pontífice más viajero y el que más tiempo gobernó la iglesia después del mismo san Pedro y de Pío IX. El que más santos ha beatificado y canonizado (¡más que todos los otros Papas juntos!). El día del nacimiento y muerte de Juan Pablo II hubo un eclipse solar.
111: "Gloria olivae" (La gloria del olivo). Benedicto XVI (2005-2013), nació y fue bautizado en un Sábado de Gloria. También se atribuye al escudo de la Orden de los benedictinos que contiene un olivo.
112:
113:

La profecía termina con una cita apocalíptica y una alusión a lo que podría ser el último ó los dos últimos Papas: "In psecutione, extrema S.R.E. sedebit" y en línea separada (algunos lo interpretan como si fuese otro Papa): "Petrus Romanus qui pascet oues in multis tribulationibus, quibus transactis ciuitas septicollis diruetur, & Judex tremendus iudicabit populum suum. Finis". En latín la frase significa: En persecución extrema, en la Santa Iglesia Romana reinará Pedro el Romano quien cuidará a su rebaño entre muchas tribulaciones, tras lo cual la ciudad de las siete colinas [probable alusión a Roma ó Jerusalén que están rodeadas por siete colinas] será destruida y el Juez Terrible juzgará a su pueblo. Fin’.





Segunda

María y los Apóstoles de los Ultimos Tiempos


Tanto en el libro del Apocalipsis como en escritos de santos, se hace referencia a María en los tiempos finales. A veces no se la menciona directamente pero se resalta su participación protagónica en este período oscuro que debe transitar la Iglesia. Comenzando por Lourdes y Fátima (*), a través de incontables testimonios de milagros "que no trascienden" en la prensa, encontramos su participación en estos tiempos también en escritos de santos como santa Faustina Kowalska, san Luis María Grignon de Monfort y santa Catalina Emmerick, por mencionar algunos santos de la modernidad. No se puede ignorar que hay un claro mensaje de Dios, que desea que María se haga presente en estos tiempos.

En la Biblia

Libro del Apocalipsis

Capítulo 11
19 En ese momento se abrió el Templo de Dios que está en el cielo y quedó a la vista el Arca de la Alianza, y hubo rayos, voces, truenos y un temblor de tierra, y cayó una fuerte granizada.
Capítulo 12
1 Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza.
2 Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz.
3 Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema.
4 Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera.
5 La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono,
6 y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días.
7 Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles,
8 pero fueron vencidos y expulsados del cielo.
9 Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles.
10 Y escuché una voz potente que resonó en el cielo:
«Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios.
11 Ellos mismos lo han vencido, gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron de él, porque despreciaron su vida hasta la muerte.
12 ¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes, pero ay de ustedes, tierra y mar, porque el Diablo ha descendido hasta ustedes con todo su furor, sabiendo que le queda poco tiempo!».
13 El Dragón, al verse precipitado sobre la tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había dado a luz al hijo varón.
14 Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada durante tres años y medio, lejos de la Serpiente.
15 La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara.
16 Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado.
17 El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús.

Los santos

Beata Ana Catalina Emmerick

(Libro: Vida de la Virgen María, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Santos, Ed. Guadalupe - 2005)
(Visión acerca de) Presentación de María en el Templo
Durante esta ceremonia vi en torno a María un cuadro simbólico que pronto llenó el Templo y lo oscureció. Vi una gloria luminosa debajo del corazón de María y comprendí que ella encerraba la promesa de la sacrosanta bendición de Dios. Esta gloria aparecía rodeada por el arca de Noé, de manera que la cabeza de María se alzaba por encima y el arca tomaba a su vez la forma de Arca de la Alianza.

(Vie d’Anne-Catherine Emerich (3 volúmenes), por el Padre K. E. Schmoeger. Tequi, editor, 1950.)
Vi por encima de la iglesia (San Pedro de Roma) muy disminuida, una mujer majestuosamente vestida con un manto azul cielo que se situaba a lo lejos, portando una corona de estrellas sobre la cabeza. Ahora todo volvía a florecer. Vi un nuevo Papa, muy firme; vi también el negro abismo retraerse cada vez más. Vi también que la ayuda llegaba en el momento de más desolación.
Vi de nuevo a la Santa Virgen subir a la iglesia y extender su manto. Cuando tuve esta última visión, no vi al Papa actual. Vi uno de sus sucesores.
Tuve otra visión donde vi cómo se preparaba la armada de la hija del rey. Una multitud de personas contribuían a ello. Y lo que ellas aportaban consistía en oraciones, en buenas obras, en victorias sobre sí mismas y en trabajos de toda especie. Todo esto iba de mano en mano hasta el cielo y allá, cada cosa, tras haber pasado por un trabajo particular, llegaba a ser una pieza de la armadura de la que se revestía la Virgen. No se podía dejar de admirar hasta qué punto todo se ajustaba bien y era impresionante ver como cada cosa significaba otra. La Virgen fue armada de la cabeza a los pies. Reconocí varias de las personas que daban su ayuda y vi con sorpresa que establecimientos enteros y grandes y sabios personajes no proveían nada, mientras que las piezas importantes de la armadura provenían de gentes pobres y de pequeña condición.
Vi la batalla. Los enemigos eran infinitamente más numerosos; pero la pequeña tropa fiel abatía a filas enteras. Durante el combate la Virgen armada estaba sobre una colina: yo corrí hacia Ella y le recomendé mi patria y los lugares por los cuales yo rezaba. Su armadura tenía algo de extraño: todo tenía un significado: llevaba un casco, un escudo y una coraza. En cuanto a las gentes que combatían, se asemejaban a los soldados actuales. Era una guerra terrible: al final no quedó más que una pequeña tropa de líderes de la buena causa, los cuales tuvieron la victoria.

San Luis María Grignion de Montfort

(Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, Ed. Lumen, 1989.)
La salvación del mundo comenzó por medio de María, y por medio de Ella debe alcanzar su plenitud.
Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido. Pues ya no valen los motivos que movieron al Espíritu Santo a ocultar a su Esposa durante su vida y manifestarla sólo parcialmente desde que se predica el Evangelio.

Porque María debe resplandecer, más que nunca, en los últimos tiempos en misericordia, poder y gracia: en misericordia, para recoger y acoger amorosamente a los pobres pecadores y a los extraviados que se convertirán y volverán a la Iglesia católica; en poder contra los enemigos de Dios, los idólatras, cismáticos, mahometanos, judíos e impíos endurecidos, que se rebelarán terriblemente para seducir y hacer caer, con promesas y amenazas, a cuantos se les opongan; en gracia, finalmente, para animar y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Jesucristo, que combatirán por los intereses del Señor.

Por último, porque María debe ser terrible al diablo y a sus secuaces como un ejército en orden de batalla (Cant 6,3), sobre todo en estos últimos tiempos, cuando el diablo, sabiendo que le queda poco tiempo (Ap 12,17) -y mucho menos que nunca- para perder a las gentes, redoblará cada día sus esfuerzos y ataques. De hecho, suscitará en breve crueles persecuciones y tenderá terribles emboscadas a los fieles servidores y verdaderos hijos de María, a quienes le cuesta vencer mucho más que a los demás.

A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el anticristo, debe referirse, sobre todo, aquella primera y célebre predicción y maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los demonios. Pongo hostilidades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo; ella herirá tu cabeza cuando tú hieras su talón (Gén 3,15).

Dios no puso solamente una hostilidad, sino hostilidades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir, Dios puso hostilidades, antipatías y odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.

Los hijos de Belial (Dt 13,14), los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado –¡todo viene a ser lo mismo!– han perseguido siempre, y perseguirán más que nunca de hoy en adelante, a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú –figuras de los réprobos– perseguían a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de los predestinados.

El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios; superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.


(*) Medjugorje, considerada por muchos como la continuación de Fátima, aun no ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia, pero los frutos de conversión procedentes de allí se cuentan por millares. Hay libros escritos solamente narrando conversiones y milagros de personas que han visitado Medjugorje, entre los que se cuentan conversiones de luteranos. Hay que mencionar que en la actualidad existen en internet muchos "falsos" videntes que dicen recibir mensajes del cielo, pero son marginales y lo que publican deja mucho que desear doctrinalmente y no cuentan con ningún aval de la Iglesia, a diferencia de Medjugorje que el mismo san Juan Pablo II expresó públicamente que si no fuera Papa hubiera deseado estar allí. También la Iglesia ha realizado una minuciosa investigación de la aparición y se han realizado cuantiosas y variadas pruebas a los videntes desde los mimos orígenes, no encontrándose nada que justifique prohibir a los fieles católicos visitar el lugar... citando la escritura: por sus frutos los reconoceréis. A semejanza de Fátima, los videntes de Mejugorje han recibido 10 secretos por parte de la Virgen, y tienen la tarea de comunicarlos al sacerdote de la parroquia del lugar una semana antes de que sucedan, quién debe decidir si es conveniente hacerlo público y darlo a conocer.



Tercera

La leyenda del Santo Grial


La tradición cristiana cuenta que tras la última cena en Jerusalén, el grial fue guardado y utilizado por los apóstoles. De allí habría pasado a Antioquía, llevado por san Pedro. Posteriormente se habría trasladado a Roma, donde fue usado por los primeros papas. En la plegaria eucarística del rito romano, del siglo II, se decía "tomó este cáliz glorioso"​ mientras que en otros ritos se hablaba de un cáliz en sentido genérico, lo que sería un indicio de que en el siglo II el cáliz original estaba en Roma. En el siglo III ante el temor del papa Sixto II por la persecución de los romanos, aquel lo confió a su joven diácono Lorenzo(*), quién poco antes de su martirio logró trasladarlo de Roma a Hispania. Hay toda una tradición oral sobre la gesta.

A lo largo de la historia se han identificado hasta diez griales como posibles auténticos. Hay reliquias en León, Génova, Dublín e incluso en el Metropolitan Museum de Nueva York. Pero estos otros cálices "han ido cayendo porque no han pasado el filtro arqueológico, eran muy posteriores, tenían otra finalidad", estaban hechos de otros materiales o no contaban con tradición oral.

LA TRADICION
La copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena fue llevada de Jerusalén a Roma por San Pedro y utilizada desde entonces por él y los sucesivos papas de la Iglesia en Roma en las celebraciones eucarísticas hasta el año 258, cuando el papa Sixto II, encargó a su diácono San Lorenzo que sacara el cáliz de Roma para protegerlo de la persecución del emperador Valeriano.

San Lorenzo hizo llegar la reliquia a Huesca, donde vivían sus padres, junto a una carta y un inventario, donde fue escondido y olvidado durante siglos. Los padres de Lorenzo, santos Orencio y Paciencia, sí serían de Huesca, y habrían llegado a la ciudad de Valencia por motivo de las persecuciones.

Según la Vida y martirio de san Lorenzo, texto apócrifo del siglo XVII, el papa Sixto II le entregó el Santo Cáliz junto a otras reliquias, para que las pusiera a salvo. En la cueva romana de Hepociana, Lorenzo acudió a una reunión de cristianos presidida por el presbítero Justino. Allí halló a un condiscípulo y compatriota hispano, llamado Precelio, originario de Hippo (la moderna Yepes), en Carpetania, a quien entregó varias reliquias, entre ellas el santo cáliz, con el encargo de que las llevara a la familia que le quedaba en Huesca (sus padres vivían en Roma). Precelio llevó las reliquias a los tíos y primos de Lorenzo en Huesca que las escondieron. Algunas tradiciones afirman que el santo cáliz fue depositado en la iglesia de san Pedro de la localidad, de donde sería puesto a salvo por el obispo Acilso cuando huyó en 711 ante el avance de los musulmanes, para esconderse en los Pirineos.

El cáliz acabó escondido en el monasterio de San Juan de la Peña y en 1399 es entregado por los monjes del monasterio al rey Martín I de Aragón, de quien se conservan tres cartas reclamando la reliquia insistentemente. Una vez en sus manos, Martín I llevó el grial a la capilla de su residencia en Zaragoza, el Palacio de la Alfajería, quedando a partir de entonces custodiado por la corona de Aragón. El rey Alfonso el Magnánimo, trasladó en 1424 el Santo Cáliz al Palacio Real de València, su residencia de entonces.

El rey tuvo que entregar el santo grial a la jerarquía eclesiástica en 1437 para condonar su deuda con la iglesia. Fue conservado y venerado durante siglos entre las reliquias de la Catedral de Santa María de Valencia, y hasta el siglo XVIII se utilizó para contener la forma consagrada en el «monumento» del Jueves Santo, hasta que fue finalmente instalado en la antigua Sala Capitular, habilitada como Capilla del Santo Cáliz en el año 1916.



(*) Lorenzo era uno de los siete diáconos de Roma, o sea uno de los siete hombres de confianza del Sumo Pontífice. Su oficio era de gran responsabilidad, pues estaba encargado de distribuir las ayudas a los pobres. En el año 257 el emperador Valeriano publicó un decreto de persecución en el cual ordenaba que todo el que se declarara cristiano sería condenado a muerte. El 6 de agosto el Papa San Sixto estaba celebrando la santa Misa en un cementerio de Roma cuando fue asesinado junto con cuatro de sus diáconos por la policía del emperador. Cuatro días después fue martirizado su diácono San Lorenzo.



Cuarta

Los Sueños de san Juan Bosco


INTRODUCCION

En la Biblia se le da importancia solamente a ciertos Sueños Proféticos por medio de los cuáles Dios anunció lo que en el futuro iba a suceder: Como los sueños en los que José interpreta para el faraón de Egipto (Gén. Cap. 37) o el sueño de Nabucodonosor en el libro de Daniel (Daniel, cap. 2) o el sueño de san José, el esposo de María (Evang. Mateo Cap. 1).

En el libro “Memorias Biográficas” de san Juan Bosco (19 volúmenes) se narran 159 sueños proféticos del santo que incluyen temas y visiones que trascienden la obra salesiana. Al principio el santo no les daba mayor importancia, pero luego se fue dando cuenta de que lo que en sus sueños veía o escuchaba se cumplía después con maravillosa exactitud. Estos sueños se publicaron por separado en el libro titulado “Los Sueños de San Juan Bosco”(*) que es realmente una obra impresionante, que deslumbra por su sencillez y encanto. La mayoría de los sueños narrados llevan su comentario de cómo se ha verificado su cumplimiento.

Se transcriben únicamente dos sueños:

SUEÑO 13: TRISTE FIN DE JÓVENES QUE ABANDONAN LA RELIGION: 1846 (MB. 2,383)

Tuve un sueño que me causó mucho pesar. Vi a dos jóvenes que se salían de nuestro oratorio y se alejaban de Turín. Pero apenas salieron de la ciudad se les lanzó en contra una fiera enorme de formas espantosas. Esta bestia los llenó de su asquerosa baba y los revolvió por el suelo dejándolos tan llenos de barro y de mugre que causaban asco…

NOTA: Don Bosco narró este sueño a varios de sus colaboradores, entre los cuales estaba su arquitecto y gran amigo José Buzzetti. Y les dijo el nombre de los dos jóvenes. La historia demostró después que el sueño sí correspondía a la realidad, pues aquellos dos muchachos abandonaron la religión y se dedicaron a toda clase de vicios. Buzzetti y sus compañeros lo pudieron comprobar.


SUEÑO 15: EL SUEÑO DEL ROSAL: 1847 (MB. 3,37-39)

Un día del año 1847, después de haber meditado mucho acerca de la manera de hacer el bien a la juventud, se me apareció la Reina del Cielo y me llevó a un jardín encantador. Había un largo pasadizo lleno de rosas. Enredaderas cargadas de hojas y de flores envolvían y adornaban las columnas, trepando hacia arriba, y se entrecruzaban formando un gracioso toldo. Después del pasadizo había un camino hermoso sobre el cual, a todo el alcance de la mirada, se extendía un jardín colgante encantador, rodeado y cubierto de maravillosos rosales en pleno floración. Todo el suelo estaba cubierto de rosas. La bienaventurada Virgen María me dijo:

—Quítate los zapatos.

Y cuando me los hube quitado, agregó:

—Echate a andar bajo el jardín colgante: es el camino que debes seguir.

Me gustó quitarme los zapatos: me hubiera dado lástima pisar aquellas rosas tan hermosas. Empecé a andar y advertí enseguida que las rosas escondían agudísimas espinas que hacían sangrar mis pies. Así que me tuve que detener a los pocos pasos y volverme atrás.

—Aquí hacen falta los zapatos —dije a mi guía—,
—Ciertamente —me respondió—: hacen falta buenos zapatos.

Me calcé y me puse de nuevo en camino con cierto número de compañeros que aparecieron en aquel momento, pidiendo caminar conmigo.

Ellos me seguían bajo el jardín colgante, que era de una hermosura increíble. Pero, según avanzábamos, el pasadizo se hacía más estrecho y bajo. Colgaban muchas ramas de lo alto y volvían a levantarse como estacas afiladas; otras caían perpendicularmente sobre el camino. De los troncos de los rosales salían ramas que, avanzaban horizontalmente de acá para allá; otras, formando un tupido cercado, invadían una parte del camino, algunas colgaban a poca altura del suelo. Todas estaban cubiertas de rosas y yo no veía más que rosas por todas partes: rosas por encima, rosas a los lados, rosas bajo mis pies. Yo, aunque experimentaba agudos dolores en los pies y hacía contorsiones, tocaba las rosas de una u otra parte y sentí que todavía había espinas más punzantes por debajo. Pero seguí caminando. Mis pies se enredaban en los mismos ramos extendidos por el suelo y se llenaban de rasguños; movía un ramo transversal, que me impedía el paso, o me agachaba para esquivarlo y me pinchaba, me sangraban las manos y toda mi persona. Todas las rosas escondían una enorme cantidad de espinas. A pesar de todo, animado por la Virgen, proseguí mi camino. De vez en cuando, sin embargo recibía pinchazos más punzantes que me producían dolores muy agudos.

Los que me miraban, y eran muchísimos, y me veían caminar bajo aquel jardín colgante, decían: “¡Don Bosco marcha siempre entre rosas! ¡En todo le va bien!” No veían cómo las espinas herían mi pobre cuerpo.

Muchos seminaristas, sacerdotes y seglares, invitados por mí, se habían dedicado a seguirme alegres, por la belleza de las flores; pero al darse cuenta de que había que caminar sobre las espinas y que éstas pinchaban por todas partes, empezaron a gritar: “¡Nos hemos equivocado!”.

Yo les respondí:

—El que quiera caminar deliciosamente sobre rosas, sin sufrir nada, vuélvase atrás y síganme los demás.

Muchos se volvieron atrás. Después de un buen trecho de camino, me volví para echar un vistazo a mis compañeros. Qué pena tuve al ver que unos habían desaparecido y otros me volvían las espaldas y se alejaban. Volví yo también hacia atrás para llamarlos, pero fue inútil; ni siquiera me escuchaban. Entonces me eché a llorar: ¿Es posible que tenga que andar este camino yo sólo?

Pero pronto hallé consuelo. Vi llegar hacia mí un gran número de sacerdotes, clérigos y seglares, los cuales me dijeron: “Somos tuyos, estamos dispuestos a seguirte”. Poniéndome a la cabeza de ese grupo reemprendí el camino. Solamente algunos se desanimaron y se detuvieron. Una gran parte de ellos llegó conmigo hasta la meta.

Después de pasar el espinoso rosal, me encontré en un hermosísimo jardín. Mis pocos seguidores habían enflaquecido, estaban pálidos y ensangrentados. Se levantó entonces una brisa ligera y, a su soplo, todos quedamos sanos. Corrió otro viento y, como por encanto, me encontré rodeado de un número inmenso de jóvenes y clérigos, seglares, coadjutores y también sacerdotes que se pusieron a trabajar conmigo guiando a aquellos jóvenes. Conocí a varios por la fisonomía, pero a muchos no.

Mientras tanto, habiendo llegado a un sitio elevado del jardín, me encontré frente a un edificio monumental, sorprendente por la magnificencia de su arte. Atravesé el umbral y entré en una sala espaciosísima cuya riqueza no podía igualar ningún palacio del mundo. Toda ella estaba cubierta y adornada por rosas fresquísimas y sin espinas que exhalaban un suavísimo aroma. Entonces la Santísima Virgen que había sido mi guía, me preguntó:

—¿Sabes qué significa lo que ahora ves y lo que has visto antes?

—No —le respondí—: os ruego que me lo expliquéis.

Entonces ella me dijo:

—Has de saber, que el camino por ti recorrido, entre rosas y espinas, significa el trabajo que deberás realizar en favor de los jóvenes. Tendrás que andar con los zapatos de la mortificación. Las espinas del suelo significan afectos sensibles, las simpatías o antipatías humanas que distraen al educador de su verdadero fin, y lo hieren, y lo detienen en su misión, impidiéndole caminar y obtener coronas para la vida eterna.

Las rosas son símbolos de la caridad ardiente que debe ser tu distintivo y el de todos tus colaboradores. Las espinas significan las dificultades, los sufrimientos, los disgustos que os esperan. Pero no perdáis el ánimo. Con la caridad y la mortificación, lo superaréis todo y llegaréis a las rosas sin espinas.

Apenas terminó de hablar la Madre de Dios, me desperté y me encontré en mi habitación.


OBSERVACIONES:
Tenido en 1847, narrado por el santo en 1864 en una conferencia dada después de las oraciones de la noche a los que ya pertenecían a la Congregación Salesiana (V. Alassonatti, M. Rúa, J. Cagliero, C. Durando, J. Barberis, …). El sueño se repitió en 1848 y 1856. Antes de narrar el sueño les dijo: “Este es un mensaje que nos dio la Sma. Virgen”. Y después de haberlo contado, añadió: “Los que se desanimaron al sentir las espinas, fueron mis primero colaboradores. Los que me siguieron son los salesianos y los que colaboran con nuestras obras de educación, a los cuales les esperan grandes premios y ayudas del cielo”. Animo mis amigos: nos esperan espinas de sufrimientos, pero también rosas de premios eternos.


(*)-Impreso en Bogotá, Colombia - Enero 1995-. Este libro se consigue en:
Librería Sagrada Familia, Librería Divino Niño Jesús, Librería San Pedro Claver, Ediciones Don Bosco.