domingo, 29 de mayo de 2022

Selección de Textos


Sabiduría 1, 1-2
Amen la justicia, ustedes, los que gobiernan la tierra, piensen rectamente acerca del Señor y búsquenlo con sencillez de corazón. Porque él se deja encontrar por los que no lo tientan, y se manifiesta a los que no desconfían de él.
Sabiduría 6, 17-18
El comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse, querer instruirse, es amarla; amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad.



Selección 1
Albert Einstein – “Mi visión del mundo”
Título original: Mein Weltbild
Albert Einstein, 1980

EDUCACION PARA UNA INDEPENDENCIA EN EL PENSAR

No es suficiente enseñar a los hombres una especialidad. Con ello se convierten en algo así como máquinas utilizables pero no en individuos válidos. Para ser un individuo válido el hombre debe sentir intensamente aquello a lo que puede aspirar. Tiene que recibir un sentimiento vivo de lo bello y de lo moralmente bueno. En caso contrario se parece más a un perro bien amaestrado que a un ente armónicamente desarrollado. Debe aprender a comprender las motivaciones, ilusiones y penas de las gentes para adquirir una actitud recta respecto a los individuos y a la sociedad.

Estas cosas tan preciosas las logra el contacto personal entre la generación joven y los que enseñan, y no —al menos en lo fundamental— los libros de texto. Esto es lo que representa la cultura ante todo. Esto es lo que tengo presente cuando recomiendo Humanidades y no un conocimiento árido de la Historia y de la Filosofía.

Dar importancia excesiva y prematura al sistema competitivo y a la especialización en beneficio de la utilidad, segrega al espíritu de la vida cultural, y mata el germen del que depende la ciencia especializada.

Para que exista una educación válida es necesario que se desarrolle el pensamiento crítico e independiente de los jóvenes, un desarrollo puesto en peligro continuo por el exceso de materias (sistema puntual). Este exceso conduce necesariamente a la superficialidad y a la falta de cultura verdadera. La enseñanza debe ser tal que pueda recibirse como el mejor regalo y no como una amarga obligación.



Selección 2
Tertuliano y Cipriano - "TRATADO DE LA PACIENCIA"
Ed. Lumen.

DIFERENCIA ENTRE LA PACIENCIA PAGANA Y LA CRISTIANA

La paciencia cristiana es una norma, una ciencia, algo verdadero y celestial; absolutamente distinta de la pagana, que es terrena, falsa y afrentosa.

El diablo quiso copiar también en esto al Señor, enseñando a sus secuaces una paciencia del todo suya. Por la intensidad se parecen; pero difieren por su objeto: lo que tiene la una de fuerza para el mal, lo tiene la otra para el bien.

Hablaré ahora de la paciencia diabólica.

Ella hace que por una dote los maridos sean venales, o que por afán de dinero entreguen su esposa a la explotación. Esta es también la paciencia que hace tolerar a los presuntos herederos tantos trabajos vergonzosos, condenándolos a ofrecer afectos falsos y obsequios obligados. Es la misma que encadena los parásitos hambrientos a sufrir protectores injuriosos, esclavizando su libertad a su glotonería.

¡Tales son las cosas que aprendieron los paganos de su paciencia!

¡Lástima que un hombre tan excelso, lo rebajen con acciones tan torpes!

Porque la codicia los hace pacientes con sus esposas, con los ricos y con los poderosos; y tan sólo son impacientes con Dios.

Váyase tal paciencia a compartir con su jefe el fuego que lo espera. Por el contrario, nosotros honremos la paciencia de Dios y la de Cristo. Paguémosle con la nuestra, la que El gastó por nosotros. Y ya que creemos en la resurrección del espíritu y de la carne, ofrezcámosle la paciencia de nuestra alma y la de nuestro cuerpo.



Selección 3
Juan Pablo II - A LOS EDUCADORES REUNIDOS EN LA CATEDRAL DE TURÍN (4-9-1988)

(...) Considero privilegiado este encuentro con vosotros, queridos educadores comprometidos en el mundo de la escuela; los considero privilegiados porque realizáis una de las tareas más importantes y delicadas para el futuro de la Iglesia y de la sociedad.

A cien años de distancia, la Iglesia quiere volver a expresar el testimonio y la fuerza de la fe de Don Bosco en el valor de la educación como servicio urgente e improrrogable para superar el drama de la ruptura entre el Evangelio y la cultura.

La educación consiste, en efecto en que el hombre llegue a ser cada vez más hombre, que pueda 'ser' más y no sólo que pueda 'tener' más, y que, en consecuencia, a través de todo lo que 'tiene', todo lo que 'posee', sepa 'ser' más plenamente hombre" (Alocución a la UNESCO, 2 de junio, 1980, n. 11; L'Osservatore Romano, Edición en Lengua Española, 15 de junio, 1980, pág. 12).

¡Si, estoy aquí para deciros que seáis cada vez más conscientes de la misión que os han confiado los padres en orden a la educación de sus hijos! Ellos han depositado su confianza en vosotros. La Iglesia, por otra parte, os considera como cooperadores suyos en la formación de los jóvenes y constructores de la dignidad de la persona.



Selección 4
Platón - "Diálogos"

APOLOGÍA DE SOCRATES

(Luego que un oráculo en Delfos señalara a Sócrates como el hombre más sabio de la época)
(...) Cuando tuve conocimiento de este oráculo me dije a mí mismo: «¿Qué significan las palabras del dios? ¿Cuál es su sentido oculto? Porque yo tengo la certeza de no ser sabio, ni mucho menos. ¿Qué ha querido decir al afirmar que soy el más sabio, teniendo en cuenta que sus palabras forzosamente han de ser verdaderas desde el momento en que le es imposible mentir?».

Fui al encuentro de uno de esos hombres tenidos por sabios, en la seguridad de que, de no ser él, nadie podría sacarme de dudas, y de que, una vez avisado podría decir al dios con seguridad: «He aquí uno que es más sabio que yo a pesar de haberme proclamado tú el más sabio». Examiné, pues, a fondo al hombre en cuestión —no hace falta nombrarle; era uno de nuestros hombres de estado—, y al probarle, al conversar con él, he aquí la impresión que me hizo, atenienses.

Me pareció que aquel gran personaje que a tantos y a él mismo parecía sabio no lo era en modo alguno y, convencido de ello traté de demostrarle que precisamente por creerse sabio no lo era. El resultado fue atraerme su enemistad y, además, la de varios de los que presenciaban la escena. Entonces me retiré diciéndome: «Sin duda alguna soy más sabio que él. Porque aunque en verdad pudiera suceder que ninguno de los dos supiésemos nada, él cree que sabe, bien que nada sepa en realidad; mientras que yo, si ciertamente no sé nada, tabién es cierto que estoy convencido de que no sé».



Selección 5
Tomás de Kempis - IMITACION DE CRISTO

Tres cosas hay, amado lector, que notablemente aprovechan al ánima que desea salvarse. Una es la palabra de Dios, otra es la continua oración, otra es recibir muchas veces el precioso cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.

Estas tres cosas leemos haber sido muy usadas en principio de la Iglesia cristiana; y por eso fue tan próspera en Dios, y así lo será en todo tiempo cualquier ánima que estas tres cosas usare, con las cuales se hará una tan fuerte andadura de ella con Dios, que ni demonio, ni carne, ni mundo sepan ni puedan romperla. Y si es razón que sea muy estimado aquello que nos ayuda a alcanzar una sola cosa de estas tres, pues cada una por sí es tan preciosa, ¿qué te parece en cuánta estima debemos tener lo que nos acarrea todas estas tres cosas?

Mucho ha hecho un predicador o un libro cuando ha hablado o inducido a cualquier cosa de éstas.



Selección 6
P. Luis Larrauri, Hno. Secundino Pérrez - LOS ASOMBROSOS FRUTOS DE UNA SENCILLA DEVOCION (La devoción de las Tres Avemarías)

LA NIETA QUE SALVÓ A SU ABUELO

En un lugar de Perigord (Francia), ejercía su profesión un médico, a quien nadie hacía referencia por su propio nombre, sino al que todos llamaban «el buen Doctor». Y en verdad merecía este título, porque era realmente bueno con todos, y, sobre todo, con los pobres. Sin embargo, el doctor no era un hombre religioso. No es que fuese descreído. No llegaba a tanto. Más bien era «indiferente».

Así, se daba el caso de que desde la fecha lejana de su matrimonio no se había preocupado de recibir los sacramentos...

Los muchos años y la excesiva actividad profesional desarrollada postraron al doctor en el lecho, con irreparable agotamiento. Toda esperanza de curación quedaba descartada.

¡Y «el buen Doctor» iba a morir en la impiedad!

Este pensamiento y temor torturaba el corazón de una nieta que le acompañaba en aquella ocasión. La niña era un ángel de dulzura y de piedad. Sentada junto al enfermo, lo entretenía y cuidaba. Y mientras descansaba el anciano, dirigía con lágrimas esta plegaria al cielo:

«Oh, Virgen buena. Vos que sois todo misericordia y todo lo podéis ante Jesús, moved a penitencia el corazón de mi abuelo!
»No permitáis, santa Madre de Dios, que muera sin auxilios espirituales.
»En vos, Madre mía, tengo puesta toda mi confianza».

Y tras de esa oración rezaba las TRES AVEMARIAS...

Una tarde, con el fin de distraer a su abuelo, la niña empezó a pasar revista al contenido de una gran cartera donde aquél había ido dejando recuerdos de pasados tiempos... Sus ojos se detuvieron en un sobre viejo, y exclamó:

—Una antigua carta, abuelo. ¿De quién será que la habéis conservado?...

El anciano respondió:
—Léela y haremos memoria.

Y la joven leyó:

«Mi querido ahijado: ¡Cuánto siento no poder abrazarte antes de que te marches a París!, pero me es imposible ir a verte. Estoy atada a la cama por mi reumatismo. Seguramente no volverás a ver aquí abajo a tu vieja madrina, y por esto te pido escuches mis consejos, que serán los últimos.
»Tú sabes que París ha sido siempre un abismo, y ante ese peligro tiemblo por ti. Sé un hombre fuerte, de buen temple, firme en la fe. Permanece fiel al Dios de tu bautismo, que has de ver en la eternidad... Yo te pongo bajo la protección de la Santísima Virgen María, y te recomiendo encarecidamente seas constante en la práctica de piedad que desde muy niño tuviste de rezar mañana y noche las TRES AVEMARIAS...
»Rogará por ti tu madrina, que te estrecha fuertemente sobre su corazón...»

La carta, que tenía fecha de hacía cuarenta y ocho años, produjo una honda emoción al doctor.

Rememoró los años despreocupados de su juventud, sus extravíos y ligerezas, su apartamiento de los actos de culto y el abandono de sus devociones.

Pensó también en sus tareas profesionales y en su vida familiar y se detuvo recordando a su bondadosa madrina, que murió a los pocos meses de escribir aquella carta. Ella le había enseñado a rezar las TRES AVEMARIAS en su infancia...

Sintió el doctor un vivo impulso de gratitud hacia esa mujer buena, cuyos buenos consejos no siguió. Y mirando tiernamente a la nieta, balbuceó:
—¡Por mi madrina!... Dios te salve, María...

Y rezó las tres Avemarías juntamente con la nieta, que, con íntimo gozo, sonreía y lloraba a la vez.

¡Estaba ganado para Dios «el buen Doctor»!...

—LLama al Padre —dijo el enfermo—, porque he de contarle estas cosas.

Acudió el sacerdote diligentemente, y el doctor hizo su confesión con singular fervor.

Al día siguiente empeoró alarmantemente y hubo que administrarle el Santo Viático... Con paso acelerado se aproximaba la muerte.

Sostuvo «el buen Doctor» con dificultad una mano de su nieta y, haciendo un gran esfuerzo, le dijo:

—Esto se acaba..., reza conmigo las tres Avemarías.

Al terminar la tercera expiró dulcemente.

(P. Didier de Cre. O. F. M. Cap. 28)

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