miércoles, 11 de agosto de 2021

RECONSTRUYE MI IGLESIA

 


En la fiesta de santa Clara de Asís, cofundadora de la orden franciscana, hoy en día, cobran nueva vida aquellas palabras que el Señor dirigió a san Francisco al inicio de su vocación, en la iglesia de San Damián, que también será la iglesia donde la santa inicie su vocación: “Reconstruye mi Iglesia”. Francisco pensaba que era aquella iglesia que se encontraba en ruinas que el Señor le pedía que reconstruya, y así lo hizo, pero luego entendió que la iglesia de san Damián era sólo el reflejo del estado mismo de la Iglesia en ese tiempo.

Estas palabras sonaron tan fuerte en el corazón y en el alma de san Francisco que el santo se olvidó de su vida pasada e incluso de sí mismo, y dedicó el resto de su vida a darle vida a la Iglesia, que por aquel entonces parecía abandonada debido a la relajación de las costumbres, y ciertamente necesitaba una renovación de ese espíritu evangélico que tuvieron los primeros apóstoles. Cuenta la tradición que el Pontífice Inocencio III vió en un sueño que el edificio de la Iglesia se desmoronaba y que llegaban dos hombres y le ponían el hombro y lo volvían a levantar. El uno estaba vestido casi como un pordiosero y el otro era santo Domingo de Guzmán. Luego de esta visión el Papa aprobó la fundación de la orden Franciscana y Dominica. 

No fue una tarea sencilla la encomendada, ni para san Francisco ni para santa Clara, pero gracias al amor de Dios y con la mirada puesta en la salvación fueron superando los obstáculos que esta gran labor les empeñaba: llevar una vida evangélica, aquel junto a sus hermanos y ella junto a sus hermanas. Como se lee en la biografía de los santos, la vida feudal estaba muy arraigada en los estratos sociales de la época, lo cual generaba mucha oposición a aquello que el Señor les pedía que vivan y contagien. Al cumplir 18 años, en la Catedral de Asís, en las sermones de Cuaresma, Clara oyó en las homilías las siguientes palabras: “para tener plena libertad de seguir a Jesucristo, hay que liberarse de las riquezas y bienes materiales”, y, sin muchas vueltas, así lo hicieron ambos. La gran oposición que encontraron no fue una piedra de tropiezo para ellos, que prefirieron construir la historia sobre la roca firme que es Jesucristo y, así, con sus dudas iniciales y sus miserias, pero confiando en aquel que no defrauda, llevaron a cabo la obra del Señor.

Bendito sea Dios por los santos que iluminan el camino de la Iglesia peregrina como antorchas eternas y nos animan a ser también luz en este mundo. Que el ejemplo de estos santos y de tantos otros, nos ayuden a mantener las lámparas encendidas y a esperar contra toda esperanza.

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